Capítulo 47: Encargo.

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Tras la partida de Flare, la habitación se sumió en un profundo silencio

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Tras la partida de Flare, la habitación se sumió en un profundo silencio. Las cortinas de las ventanas estaban cerradas por lo que ningún rayo sol iluminaba la estancia. Allí, de pie y en medio de una tenue oscuridad que se cernía sobre mí, me quedé con gesto inamovible contemplando la puerta. Esperaba que las últimas palabras de la mujer despertaran algún malestar o atisbo de ira en mi cuerpo. No lo hicieron. En lugar de ello, un sentimiento más parecido a la incomodidad me recorrió el cuerpo. O quizás era... ¿preocupación?

No estaba muy seguro que sensación era la que me martillaba el pecho en esos momentos. Se sentía punzante, pero no como la culpa que me embargaba por las noches tras cada misión bien realizada. Quemaba, más no percibía que fuera a salirse de control como casi siempre ocurría cuando Mia y yo discutíamos por algo. El sentimiento escalaba hasta lo más alto de la garganta para luego retroceder con súbita fuerza de regreso al pecho solo para volver a realizar su lento ascenso. Me llevé una mano al dorso, buscando acallar aquella extraña sensación que me provocaban mis confusos pensamientos. De repente ciertas imágenes llegaron a mi cabeza, golpeándome como una fuerte sacudida: la Citadel de Fuego, un anciano del Clero que me miraba con expresión decidida, un gesto de asentimiento, dos enormes puertas de madera que se abrían y por último, un prado de flores amarillas.

Cerré los ojos ocasionando que la sensación se sintiera todavía más palpable sobre la piel .

—Sí... ahora lo recuerdo —solté, expulsando el aire con extrema lentitud.

Está sensación... fue la misma que sentí el día en que partí del Círculo de Fuego. La punzada de dolor por dejar lo único que conocía, la quemazón del miedo que me daba no poder cumplir con el trato acordado y la indecisión que me generaba el no saber que camino debía recorrer ahora. ¿Hace cuánto de aquel día? No me gustaba recordar esos tiempos porque significaba que también debía pensar en los años que pasaron después. Años en los que tuve que deambular por las sombras, haciendo trabajos desagradables buscando la forma de hacerme más fuerte solo para...

¿Habrá valido la pena? Tanta muerte, tanta destrucción... ¿Estaré un paso más cerca de conseguir lo que deseo?

No, ¿qué estoy pensando?

Aparté de un tirón aquella interrogante.

Es demasiado tarde como para retractarme de mis actos. No puedo. No me voy a permitir dudar, no después de todo lo que he tenido que sacrificar para llegar hasta aquí.

Me di un golpe en el pecho, arrasando así con aquel patético sentimiento que por poco amenazaba con desestabilizarme de mi camino.

Tres meses.

Es verdad. Me había dejado eclipsar por las misiones, la compañía de los humanos y por sobre todo la presencia del gremio, pero eso se acabó. Ya no podía seguir perdiendo el tiempo en pretender que era uno de ellos. No lo era. Nunca lo seré.

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