Capítulo 50: El hombre debajo del traje.

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A mi mente le costaba trabajo el poder analizar la imagen que tenía delante

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A mi mente le costaba trabajo el poder analizar la imagen que tenía delante.

La presión en el ambiente así como el martilleo agonizante de mi llama interna, hizo que las memorias de mi niñez se amotinaran en mi cabeza. Todo un cúmulo de emociones me embargó de golpe. De nuevo, me vi envuelto en la figura asustadiza de un niño que podía sentir el dolor de los golpes, las quemaduras tras los entrenamientos, las palizas luego de cada equivocación y la enorme oscuridad a la que todas las noches estaba obligado a sumergirse. Preso de los recuerdos, las manos comenzaron a sudarme y por más aire que intentaba respirar nada de oxígeno llegaba a mis pulmones.

Maldita sea.

¡Ya... deja de temblar!

Apreté los puños en un intento por controlar los espasmos de mis articulaciones. Fue inútil. Ya no tenía control sobre mi cuerpo.

En el Círculo esta sensación de impotencia y miedo petrificante era constante. A los Maestros de Fuego nunca se les podía combatir o llevar la contraria. Siempre que ellos así lo desearan, arrojaban su presencia sobre cualquier erudito, obligándolo a someterse hasta que este caía de rodillas frente él. Cuando escapé de allí, pensé que me había librado de aquel tormento. Ahora que tenía la viva imagen de uno de ellos delante de mis ojos, es como si de inmediato se borraran todos los años que pasé alejado de ese lugar dejando solo las dolorosas memorias que día tras día me he esmerado tanto en olvidar. Por más que intento alejarme, ellos siempre terminan por encontrarme.

¿Por qué? ¿Por qué demonios siguen atormentándome?¿De alguna forma será este el futuro al que estoy condenado a vivir? ¿Pasar el resto de mis días ante los pies de aquellos a los que desprecio tanto?

Acaso yo...

«Te estaré esperando, Trade. »

La voz de Maxwell retumbó como una fuerte onda en mi cabeza logrando que se me estremeciera todo el cuerpo.

—¡No! —solté con un gruñido y levanté la cabeza para mirar directamente a los ojos al hombre que tenía enfrente.

¡Me rehúso...! ¡Me rehúso a darles la satisfacción de verme acobardado ante ustedes!

Como si mis pensamientos le hubieran dado fuerza a mi elemento, el fuego vino a mi llamado y me envolvió el cuerpo permitiéndome la coraje suficiente para ponerme de pie.

Así es... Mientras mi llama interna continúe palpitando, me levantaré las veces que sea necesario.

Los ojos de Iván cambiaron de semblante al ver que me levantaba. El hombre ya no estaba tan serio, ahora pareciera... intrigado, sin embargo, aquel destello de curiosidad solo duró unos instantes ya que de nuevo volvió a colocar su expresión tensa.

—Admiro tu audacia —habló y las llamas a su alrededor se avivaron—, pero con desearlo no es suficiente. Basta con mirarte para entender que todavía no tienes lo que hace falta para poder enfrentarte a un Maestro.

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