Capítulo 15: Lo que significa ser un Mago.

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Tanto el joven como el Maestro me miraban fijamente sin decir nada

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Tanto el joven como el Maestro me miraban fijamente sin decir nada.

Mierda... Con que eso es lo que estaba pasando.

Bajo mi mano, Razar comenzó a reírse débilmente, pero esta vez era diferente, no lo hacía con desprecio o con burla, su tono era relajado y completamente natural.

—Lo siento, Gideon, me atraparon —soltó él, pasándose una mano por la frente. Su mirada de pronto se volvió muy pacífica.

—Sí, puedo verlo, Tobías —respondió el Maestro. De entre los bolsillos de su abrigo sacó su pipa y la encendió con un cerillo que desapareció al instante—. No te preocupes, no es necesario que continuemos con esto... Ya he visto suficiente —el Maestro caminó hacia nosotros y después de dar tres pasos, su figura apareció justo a mi lado—. Está bien, Trade, puedes soltarlo.

Lo miré con desprecio y él me respondió de la misma manera, pero de una forma más desafiante. Finalmente terminé obedeciendo y me levanté del suelo liberando a Razar. Gideon se inclinó y le ofreció una mano amistosa. Él la tomó y se puso de pie sin ningún problema. En ese momento, Xion y Gillman, que cargaban a Drull por el hombro, se acercaron a nosotros con expresiones confusas.

Dirigí la vista hacia el otro joven que, desde la distancia, todavía tenía aprisionado mi brazo.

—Suéltame —le ordené.

Precavido, el joven que me tenía aprisionado miró a Gideon y este asintió con la cabeza, por lo que el joven obedeció y ordenó a su bufanda que liberara mi brazo, esta se enrolló de vuelta alrededor de su cuello sin perder su forma. El joven soltó un suspiro y se acercó temeroso hacia el resto.

—¡Maze! —gritó Xion yendo hacia él. Su rostro se llenó de alegría, pero su sonrisa no duró mucho y se desvaneció al darse cuenta que el joven se encontraba en perfectas condiciones. Lo tomó por el cuello y lo miró con enfado—. Maldito..., me alegra verte en una pieza —le dijo a regañadientes.

—Por favor, no me mates, Xion, muy pronto seré padre —le suplicó él forzando una sonrisa.

—Solo por eso tienes suerte... —respondió soltándolo con brusquedad.

—Maestro —habló Gillman hacía él—, si usted está aquí, eso quiere decir que todo esto fue...

Sus palabras se cortaron antes de acabar, como si le asustara decir lo que seguía. El Maestro se giró hacia nosotros y nos contempló fijamente.

—Así es, Gillman, era una prueba —respondió exhalando humo por la boca.

—¡Ah! ¡No es posible! —exclamaron los tres, al cielo.

¿Una... prueba?

—No puede ser... ¡Soy tan idiota! ¡Tenía que habérmelo imaginado antes! —se quejó Gillman, llevándose una mano hacia la cabeza.

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