Capítulo 19: A la caza del Fantasma.

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—¡Mierda! —solté entre dientes mientras doblaba en una esquina

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—¡Mierda! —solté entre dientes mientras doblaba en una esquina.

¡Maldición! ¿Cómo había dejado que esto pasara?

Ese maldito logró colarse en el edificio sin exponerse en lo más mínimo y el hecho de que no haya podido notarlo, me enfureció aún más. De no ser por la mujer esa, el ladrón hubiera escapado del lugar habiéndose burlado por completo de mí.

—¡Maldición! —grité al aire.

Mi furia aceleró la intensidad de mi fuego y fue en ese momento que noté un comportamiento extraño en mi elemento. Bajé la mirada y observé con inquietud las llamas que salían por mis manos. Su tono se había vuelto ligeramente más brillante de lo usual y resaltaba un suave naranja cálido, no como el frío e intenso rojo sangre que estaba acostumbrado a ver, incluso me parecieron hermosas. Y no era solamente su color, las percibía fluir con serenidad y en perfecta armonía en mi interior y no con la violencia y agresividad con la que siempre respondían a mi llamado.

Era la primera vez que tenía esta sensación con respecto a mi fuego. Se comportaba de manera extraña, pero no sentí que afectara mi poder en lo absoluto.

Como sea, no tengo tiempo para esto.

Visualicé la galería y, dando un último impulso con mis llamas, logré llegar a ella con velocidad. Pasé por la entrada y mis ojos rápidamente buscaron a mi objetivo. Dentro de la habitación, las repisas y las vidrieras, se encontraban completamente vacías, así que no tardé en encontrarlo. Su figura, vestida con una chaqueta negra y un casco azul oscuro, se hallaba parada frente una vitrina ubicada en el centro de la habitación.

Allí está, pero rápidamente noté algo extraño en él.

El hombre no se movía en lo absoluto y tampoco parecía haber notado mi presencia. Estaba de pie en la habitación, observando la caja de cristal vacía que tenía enfrente.

Ayudado con mis llamas di un potente salto hacia él y lo tomé por el cuello de la camisa estampándolo contra el suelo.

—¡No intentes nada! —le advertí, pero en el momento en que mi mano lo tocó, rápidamente reconocí que esto no era un cuerpo.

¿Qué demo...?

Alcé la otra mano y con rapidez le retiré el casco para encontrar que, debajo de él, no había una cabeza.

Me levanté del suelo y contemplé con enfado, lo que sea que ahora yacía bajo mis pies. Fue en ese momento que la chica elemental finalmente logró alcanzarme. Se acercó velozmente a mí y la sentí contener una exclamación al bajar la cabeza y apreciar al hombre sin cabeza, después me miró con cierto enfado.

—Relájate, yo no he hecho nada —solté antes de que empezara a sacar conclusiones erradas—, esto que ves aquí, no es un cuerpo humano, no respira, no despide calor, tampoco tiene signos vitales. Por eso mis sentidos no lograron detectarlo. Es simplemente una marioneta.

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