El poder de la magia siempre ha estado en manos de aquellos que nacen con la voluntad de dominarla. En el mundo actual, estas personas son mejor conocidas como magos. Durante mucho tiempo, los magos y los humanos han intentado coexistir en armonía...
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—¡Liana! —exclamé de alegría, luego de reconocer su figura de entre las sombras.
Dejé a la pequeña Jara en manos de Jared y con una enorme sonrisa me acerqué a ella. Me recibió con los brazos abiertos y me regaló un fuerte abrazo de su parte.
—Gracias por venir —le dije, mostrando un poco de vergüenza en el rostro.
—Sabes que por ti haría lo que fuera —me dijo apartándose un poco para mirarme a los ojos—. Aunque debo decir que tu llamada me tomó por sorpresa. Pensé que sin el torpe de Xion a tu lado para destruirlo todo, las misiones se te harían más fácil, pero ya vi que me equivoqué... —le lanzó una agría mirada a Trade por sobre mi cabeza y este simplemente le desvío el rostro hacia un lado—. Qué se puede hacer, al final no se le puede extraer el factor destructor a los hombres.
—No, no digas eso —corregí—. Yo también me dejé llevar por la acción del momento, así que soy igual de responsable por este desastre.
—Tonterías... Ya haces demasiado con el hecho de tener que cuidar que el cabeza de humo no aniquile a todos en la ciudad.
Su comentario me hizo reír.
—¿Así que tú también vas a empezar a llamarlo de esa forma?
—Culpa a Xion por ello, no ha dejado de quejarse sobre él desde que dejaron el gremio.
Volví a reír y ella me regaló otra gentil sonrisa.
Liana era cinco años mayor que yo, por lo que no podía evitar ver en ella la figura de la hermana mayor que siempre quise tener. Era una de las que recordaba con mayor firmeza en mis primeros días en el gremio, desde entonces, me ha apoyado en todo lo que he necesitado y siempre ha estado para mí en los momentos de mayor impacto en mi vida. No solamente era una bella persona por dentro, sino que tenía todo el encanto, la inteligencia y la fuerza que una mujer necesita para emplear esta profesión tan peligrosa.
En ese momento estuve a punto de decirle algo, pero un grito a mis espaldas me sobresaltó. Al girarme, vi que Trade sujetaba por el cuello a Gandini. El hombre había recuperado la conciencia, y puesto que tenía las manos atadas con uno de mis hilos, agitaba los pies sin control alguno.
—Por Dios, Trade, ¡suéltalo! —le ordené, al ver que estaba a escasos segundos de asfixiarlo.
—Intentaba escapar, señorita Mia, su compañero solo quería detenerlo —intervino Aisla.
—Muy bien, entiendo, pero no hay necesidad de llegar a esos extremos —les dije. Levanté un dedo y dibujé otro hilo de luz blanca que se entrelazó al suelo—. Listo, con eso no irá a ningún lado.
Al oír eso, Trade soltó al hombre, el cual, inmediatamente cayó de rodillas al suelo.
—¡Malditos niños de mierda! —gritó Gandini, mirándonos a todos con unos ojos llenos de ira—. ¡Juro que me las van a pagar! No saben con quién se han metido, ¡yo soy Denzo Minionet Gandini!