Capítulo 1: Silent Farse.

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Tener el mismo sueño recurrente ya estaba empezando a cansarme. Desde hace ya siete días, venían a mí las mismas imágenes; miles de hojas envueltas en llamas que caían del cielo en medio de una profunda oscuridad. El fuego las rodeaba, pero jamás lograba consumirlas y esto causaba que todo el espacio a mi alrededor se iluminara. Llamado por la curiosidad, alzaba mi vista hacia arriba y antes de poder distinguir algo, una intensa luz blanca aparecía y me cegaba en su totalidad.

Siempre despertaba en ese instante y volver a conciliar el sueño era casi imposible. La escena era tan absurda y monótona que ya no me apetecía dormir por las noches. La falta de sueño había comenzado a afectarme, y era en esos momentos cuando más deseaba estar solo.

Por supuesto, eso también era imposible.

Me alcé la capucha de la chaqueta a la cabeza cuando sentí el calor de alguien acercándose a mí.

—Miren lo que ha traído la corriente... —habló una voz femenina a mis espaldas. La mujer con paso silencio se detuvo a mi izquierda y sin permiso ni miedo en lo absoluto, se atrevió a entrelazar un brazo alrededor de mi cuello. Mi fuego interno palpitó nervioso por su repentina aproximación e hice un esfuerzo por controlar todos los impulsos de mi elemento que me rogaban en que apartara en brasas a aquella mujer de mi lado. Su largo cabello negro me rozó el rostro y su cuerpo se estrechó tanto a mí, que podía sentir sus prominentes pechos tocando uno de mis hombros—. Hacía tiempo que no te veía, Trade. Ya empezaba a echarte de menos —giré el rostro con una expresión de enfado; sus brillantes ojos amarillo me contemplaron con lujuria—. Me alegra saber que tienes el mismo humor de siempre. Sabes cuánto me excita esa mirada que puede matar con solo desearlo.

Tuvo la osadía de querer removerme la capucha y al sentir sus intenciones mi fuego interno se sacudió con más fuerza.

—No tientes a tu suerte, Mare —le respondí, sacudiéndome con brusquedad para quitármela de encima.

La mujer soltó una risa entre dientes y después de revolverse el cabello, se sentó sobre la alargada mesa de madera que servía como barra de bebidas. Levantó una pierna hacia mí, queriendo presumir el corto vestido oscuro que enmarcaba su delgada figura. Llevó una mano hacia su pecho y desajustó uno de los botones, liberando aquel prominente escote que no tenía vergüenza de mostrarle a todos.

—Nunca dejas que me divierta contigo —habló con su seductora voz mientras se pasaba una mano por sus descubiertas rodillas—. Sabes... siempre me pregunté cuanto tiempo tardarías en hacerme arder.

Se inclinó hacia mí y sus labios se abrieron para soltar algo más.

—Si van a hacerlo, por favor invítenme, yo pagaría por ver eso —interrumpió la voz de un tercero que se aproximaba hacia nosotros.

Siempre él.

—¡Piérdete, Chacal! —le exigió Mare y sus ojos lo miraron con furia—. ¡No estoy de humor para escuchar tus tonterías!

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