Capítulo 29: Palabras Amables.

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Me encaminé sin perder mucho tiempo por el bosque, siguiendo el rastro de destrucción que la bestia roja había creado

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Me encaminé sin perder mucho tiempo por el bosque, siguiendo el rastro de destrucción que la bestia roja había creado. Pese a su enorme tamaño, la criatura era veloz y, por más rápido que yo corriera, no lograba alcanzarla. Mi luz palpitó temerosa al considerar el peor escenario, así que agité la cabeza para desaparecer esa idea.

Me tomó casi ocho minutos descender la empinada montaña, la nieve alentaba mucho mi caminar. Divisé los primeros señalamientos que conducían hacia el pueblo y, a un lado de ellos, un puñado de árboles completamente desquebrajados. Tenía la respiración en la garganta y las piernas me pesaban enormemente. Estuve a punto de desplomarme de rodillas en el suelo cuando, frente a mí, la figura de Trade aterrizó súbitamente desde el cielo. Estaba envuelto completamente en llamas, supe de inmediato que las había utilizado para impulsarse hasta aquí. Se incorporó y, después de acomodar su postura, me reflejó una mirada, e inmediatamente lo vi contener una burla entre dientes.

Quise decirle un montón de cosas en ese momento, pero no tenía tiempo para esas tonterías.

Nos adentramos todavía más en el bosque hasta que, finalmente, desde la distancia, logramos ver el brillante pelaje rojo de la criatura. Ya había traspasado los límites del pueblo, y en el instante en que colocó una pata en la entrada, exclamó un potente rugido que llegó a alertar a todos los aldeanos de su irrupción.

Llegamos en el instante exacto en el que la bestia se disponía a remeter contra unos pueblerinos. Alcé la mano y tuve el tiempo suficiente para levantar una pantalla de luz que frenó su potente cabezazo; sin embargo, el impacto fue tan fuerte que, después de detener su cuerpo, el muro se partió en miles de pedazos. La bestia quedó levemente aturdida, por lo que Trade aprovechó y se impulsó hacia él con sus flamas. Rodeó unos de sus brazos con fuego y, seguido, le asestó un golpe por un costado, lo que provocó que la bestia cayera hacia un lado lejos de los aldeanos.

Trade colocó los pies en el suelo y se envolvió en llamas mirando a la criatura con seriedad. Me acerqué hasta el sitio para socorrer a las personas y avisarles que se dirigieran a un lugar seguro.

—¡Por favor, pónganse a salvo y no dejen que nadie se acerque a esta zona! —advertí a los presentes.

—¡¿Pero qué demonios es esa cosa?! —exclamó el jefe de los Kutunan al acercarse a mí.

—No lo sabemos, pero estuvo escondiéndose en las profundidades de la mina —expliqué con velocidad—. Es la principal responsable del comportamiento errático de los Lapauts.

Oz giró el rostro y me contempló sorpresivo. Olvidé el hecho de que me había ocultado detalles sobre la mina y que intentó utilizarnos para deshacerse de los Lapauts... Ya nada de eso importaba. Mi prioridad en este momento es la seguridad de todos los aldeanos.

—Necesito que mantenga a su gente alejada —le dije—. Esta criatura es muy fuerte, temo decirle que en estos momentos está hambrienta y buscará la forma de saciar su hambre con cualquiera ser que se mueva.

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