Capítulo 36: La Sensibilidad del Fuego.

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Mia y yo nos separamos

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Mia y yo nos separamos. Ella y Trade se dirigieron al norte, mientras que yo perseguía a Flare hacia el oeste. Seguir su rastro no era difícil, ya que, con cada impulso que daba, dejaba una marca de quemadura negra impregnada en el suelo, acompañada de ramas calcinadas y un olor a madera incendiada impregnado en el aire. Mierda, tengo que alcanzarla cuanto antes o terminará creando un perfecto escenario de terror en todo el bosque.

En definitiva, no era mi semana. Accedí a realizar esta misión solo porque ansiaba volver a pasar tiempo con Mia, incluso acordé en soportar al maldito de fuego, pero ahora, de la nada, aparece otro de ellos solo para empeorar las cosas. Aunque... esa chica Flare sí que es algo extraña. A primera vista no parece ser como Trade; es bastante curioso ver cómo se ríe de las calamidades que le han ocurrido en la vida. Se nota que ha pasado cosas bastante duras, y luego de escuchar un poco de su historia y de su vida en el Circulo, me hace pensar que Mia tuvo mucha suerte de no haber acabado en uno de ellos.

¿Es que acaso todos los malditos Círculos están reinados por locos hambrientos de ego? Los elementales siempre han tenido un complejo de superioridad por sobre los humanos. Se creen especiales por el simple hecho de haber sido los pilares de la magia cuando la tierra sucumbía, y de eso hace ya más de quinientos años. Deberían superarlo. El mundo encontró la forma se seguir adelante sin depender de ellos y, con la cantidad de problemas que ocasionan, no veo por qué no hacerlo. No hacen otra cosa que causar caos a donde quiera que vayan, y sin son capaces de hacer algo tan horrible como recortarle la vida a uno de los suyos solo porque este no cumple sus expectativas, entonces son mucho peor de lo que cuentan las historias. Lo sabía, en definitiva, no puedo dejar que Mia caiga en manos de una organización como esa. Debo protegerla, bajo ningún concepto la dejaré pasar por un tormento como ese.

De tener que sacar algo bueno de todo este encuentro, es que ahora creo poder entender un poco más las implicaciones que conlleva el haber nacido como uno. Recuerdo la primera vez que Mia me habló sobre «las siluetas blancas» que veía alrededor de las personas. Al principio pensé que se trataba de un juego de niños, pero con el paso de los años me di cuenta de que quizás sí estaba viendo algo, ya que no solo detectaba fácilmente cuando le mentía acerca de haberme comido parte de sus galletas, sino que también, sin siquiera decírselo, me rodeaba con sus brazos cada vez que me sentía triste. La verdad es que la consideraba una habilidad bastante útil; sin embargo, llegué a ver el lado oscuro de ese don aquella fatídica noche en la que pisamos juntos un cementerio por primera vez.

Suspiré al recordar la escena y agité la cabeza con fuerza para deshacer esa imagen. Vamos, concéntrate, no es momento para estar pensando en cosas del pasado.

Caminé unos cuantos metros más hacia adelante y después de cinco minutos, logré ver una desaliñada cabellera roja entre la inmensidad del bosque. La mujer ni siquiera notaba mi presencia, observaba con rapidez e impaciencia hacia cada rincón en los que sus ojos detectaran cualquier señal de movimiento.

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