El Amo de la Muerte.

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Hola... se acerca lentamente ¡Lo se, lo se! So... Les explico en un anuncio, ¿va? Y disculpen mi desaparición.

Mientras, disfruten de este xover entre dos de mis mundos de fantasia favoritos, Harry Potter y Canción de Hielo y Fuego, de J.K Rowling y George R.R Martin, respectivamente.


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Harry I.

Harry Potter suspiro sintiendo como todo el peso de su edad se asentaba en el por primera vez en mucho tiempo. Parecía que fue ayer cuando el Señor Tenebroso había intentado matarlo un 31 de octubre, en Halloween, pero en realidad habían pasado más de dos siglos. Dos siglos en los que él había crecido, había aprendido, había luchado, amado y muerto; no necesariamente en ese orden. Y pese a todo, pese a que en su juventud (y luego en su adultez y vejez) enfrentaba nuevos retos y nuevas experiencias que lo acercaban a la muerte, había tenido una buena vida. Sí, no una vida perfecta, pero una vida buena.

Aun así, en ocasiones, no podía dejar de preguntarse como hubiese sido todo si Lord Voldemort no lo hubiese fijado como su igual, si hubiese ido por Neville Longbotton y no por él. ¿Seguirían sus padres vivos, o habrían enfrentado el mismo destino que los padres de Neville? ¿Habría crecido con los Dursley en el Numero 4, o en algún otro lugar? ¿Se habría casado con Ginny y tenido a sus tres hermosos hijos? Harry prefería no perderse en el pasado, ni en intentar desentrañar las incógnitas del futuro. Preguntarse constantemente por el «¿y si...?» no era sano, ni deseado.

Al celebrar su ducentésimo décimo primer cumpleaños, Harry podía estar satisfecho por los logros que habría alcanzado. Su mayor logro, sin dudas, fue su familia: su bella esposa Ginny, sus tres hijos, James, Albus y Lily, y su ahijado Theodore Lupin. Había derrotado a Voldemort, poniendo fin a una era de terror y oscuridad en Gran Bretaña; posteriormente había derrotado a los Señores Oscuros Alum, en Egipto, y Xiang, en China. Había introducido a su nación en lo que la historia siempre recordaría como la Edad de Oro del Reino Unido Mágico. Y cuando la guerra entre las Comunidades Mágica y Muggle había sido inevitable, el Ministerio Mágico Británico estaba listo, gracias a él.

Suspiro recordando aquella era hace ya más de un siglo. Dudaba que alguna vez una lucha hubiese sido más sangrienta y atroz. Durante más de dos décadas, magos y muggles habían luchado, con pérdidas devastadoras para ambas partes. Él había logrado combinar la tecnología muggle con la magia, en lo que eventualmente les daría la victoria, y por ello al finalizar la guerra, luego de haber depuesto a los líderes y gobiernos muggles e implantar una gobernación mágica mundial, había sido elegido como Canciller Supremo de las Repúblicas Mágicas Unidas, que sustituyó a la Confederación cuando no pudo mantener el Estatuto del Secreto. Había servido en ese puesto por casi setenta años, antes de ceder el manto de líder a alguien más joven.

Al final, se había logrado gran paz tan necesaria luego de la Gran Guerra. Su pueblo se había recuperado, incluso aunque los muggles habían sido prácticamente diezmados, y las relaciones entre magos y criaturas habían alcanzado su punto más óptimo en la historia. Se habían creado grandes ciudades y monumentos, vías de tránsito y redes de comunicación, y cuando el mundo estuvo listo, fue el turno de los magos para explorar el espacio. La Era de la Gran Exploración, iniciada bajo su mandato y seguida y culminada bajo el de sus sucesores, llevo a las Repúblicas Unidas a nuevas fronteras más allá de todo lo creíble. Se fomentaron alianzas, se pelearon guerras y se descubrió y se recolecto pruebas de que la Tierra estaba lejos de ser el único planeta con vida inteligente.

Pero a pesar de todo ello, aun habría un logro mucho más grande, uno del cual nadie era consiente ni lo seria. Ser el Amo de la Muerte. Era en realidad un título bastante pretencioso, porque presumir controlar a la Muerte era arrogancia sin medida. Originalmente, cuando lo discutió con Dumbledore en aquel puente entre la vida y la muerte, había pensado que el titulo era simplemente eso, un título. Pensaba que era solo una forma de autopertenencia, de crecimiento como persona y como ser en sí, incluso de presunción, pero nunca de poder palpable, verdadero.

Se Acerca el InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora