Foso Cailin.

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¡Buenas...!

Aquí les dejo otro cap, esta vez con el Lobo Salvaje narrando.

-X-

Brandon II.

Lord Jorah Mormont estaba esperándolo junto la Puerta Norte.

-Está todo listo, Lord Brandon-Se acercó y le entrego un grueso sobre de papeles-. El inventario de los alimentos. Hay suficiente, como Lord Stark ordeno.

«Y tú estás feliz de terminar tu tarea, por supuesto». Lord Mormont era mayor que Brandon, incluso mayor que Aryan, pero apenas había asumido el señorío de su familia. Su padre, Lord Jeor, había tomado el negro para permitirle a su hijo ocupar su puesto como Lord Gobernador de la Provincia de la Isla, pero era evidente que ni así estaba satisfecho. Cuando Lord Stark le ordeno encargarse de los suministros, lo tomo como un desaire. «Lord Jeor habría asentido y le habría agradecido a Aryan por tenerlo en cuenta». Brandon extrañaba al Viejo Oso.

En cualquier caso Lord Mormont había hecho un buen trabajado reuniendo y contabilizando los suministros para la campaña. Brandon reviso los papeles con cierto interés.

Tenían avena, trigo, cebada y centeno. Arroz, tanto en grano como en harina, por toneladas. Ristras de cebollas y ajos, y bolsas de zanahorias, chirivías y rábanos, y nabos blancos y amarillos. Quesos tan grandes que para moverlos hacían falta cinco hombres. Toneles de ternera, tocino, cordero y bacalao en salazón se alzaban hasta cincuenta palmos. Nada menos que treinta y cinco mil jamones y cien mil morcillas. Pimienta en grano, clavo, canela, semillas de mostaza y cilantro, salvia, amaro, perejil y bloques de sal. Tenían toneles de peras, manzanas, guisantes e higos secos, bolsas de nueces, castañas y almendras, planchas de salmón ahumado, jarras de porcelana selladas con cera y llenas de aceitunas en salmuera... Cazuelas selladas de liebre, paletilla de ciervo en miel, y coles, remolachas, cebollas, huevos y arenques, todo en escabeche.

En Poniente era normal que los ejércitos feudales se alimentasen con lo que encontraban en la tierra, lo que hacía que muchas veces fuese el hambre y no las espadas lo que decidiese la suerte de una guerra. Los ejércitos del Norte eran diferentes. Lord Aryan Stark exigía que cada uno de los diez ejércitos de Invernalia contase con suficientes provisiones para mantenerse hasta una luna entera por sí mismos.

-Es mejor de lo que esperábamos-anunció Brandon-. Mucho mejor.

Lord Stark llevaba más de un año preparándose para la guerra, y en consecuencia, había alimentos en abundancia. Brandon también había supervisado, más temprano, el estado de las armas y armaduras.

Cuando entro a Foso Cailin había un olorcillo agradable a pan recién horneado. Las nubes surcaban el cielo como los jirones de un estandarte, grises, blancas y desgarradas. El patio de entrenamientos estaba desierto, pero dentro, el pupilo de su hermano lo esperaba. Urrigon Greyjoy era un muchachito delgado de trece años, con bonitos bucles negros, pero Brandon lo odiaba. Era un Greyjoy, y en su opinión, los únicos Greyjoy buenos eran los muertos.

-¿Qué?-dijo Brandon-. Habla, niño.

Urrigon lo vio con incertidumbre. Brandon jamás había ocultado su desagrado por él, aunque como era el pupilo se su hermano, trataba de ser cortes.

-Una carta para usted, Lord Brandon.

Bran frunció el ceño y le arrebato el pergamino, que tenía su nombre escrito con una elegante letra. Se congelo. El sello de lacre, rojo carmesí, tenía el dragón de los Targaryen. «¿Rhaegar? No, él jamás me escribiría a mí». Pero si no era Rhaegar...

Rompió el sello. Leyó el contenido y soltó una estruendosa carcajada, tan característica suya. Tenía que admirar, de algún modo, la audacia del Rey Loco.

Se Acerca el InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora