Los Últimos Bolton de Fuerte Terror.

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La rebelión llega a su fin, y tras la caída de los Ryswell, solo los Bolton se interponen entre los Stark y la victoria. Harry pondrá todo su empeño en aplastarlos. 

Espero les guste, y si es así, agradecería si dejan un comentario (y muchos) y una estrella.

-X-

Harry VI.

Harry recordaba la última vez que bajo a las criptas. Hacía cinco años ya, cuando tenía solo diez, y fue con Bran y Ned. Muy a menudo jugaban allí, a las escondidas, o si se sentían audaces, a que eran caballeros; siempre había risas y sonrisas.

En aquel momento, no había nada de eso. Ser Martyn Cassel llevaba antorcha, abriendo la marcha, y Canuto iba tras ellos, sus ojos negros brillaban ante el fuego. Sus hermanos, ay, sus queridos hermanos, tiritaban de frio pero mantenían las cabezas en alto como se esperaba de ellos. Ya habían tenido tiempo para llorar, en privado.

Sus pisadas resonaban sobre las piedras y despertaban ecos en la bóveda del techo mientras caminaban entre los muertos de la Casa Stark. Los señores de Invernalia contemplaban su paso. Sus efigies estaban talladas en las piedras que sellaban las tumbas, sentadas en largas hileras, con los ojos ciegos fijos en la oscuridad eterna y con grandes lobos huargo de piedra tendidos a sus pies. Las sombras trémulas hacían que las figuras de piedra parecieran agitarse cuando los vivos pasaban ante ellas.

Según la antigua costumbre, todos los que habían sido señores de Invernalia tenían una espada larga cruzada sobre el regazo para mantener a los espíritus vengativos en sus criptas. Las más viejas se habían ido oxidando hasta reducirse a polvo hacía ya mucho tiempo, y sólo quedaban unas manchas rojas allí donde el metal había descansado sobre la piedra. Por supuesto, Harry sabía que aquello no implicaba que sus espíritus vengativos rondasen Invernalia.

Era un lugar cavernoso, profundo y amplio, tanto que había leyendas que decían que los niveles inferiores estaban próximos al centro de la tierra, allí donde estaban enterrados los primeros Reyes del Invierno.

Harry los conocía a todos. Jon Stark, que construyo la Guarida del Lobo. Su hijo Rickard Stark, que le arrebató el Cuello al Rey del Pantano y se casó con su hija. Theon Stark, el Lobo Hambriento. Brandon, de Ojos Soñadores. Brandon el Navegante, un gran amante del mar, cuya tumba estaba vacía. Su hijo fue Brandon el Incendiario, porque de puro dolor prendió fuego a todos los barcos de su padre. Rodrik Stark, que ganó la Isla del Oso en una competición de lucha, y la entregó a los Mormont. Torrhen Stark, el Rey que se Arrodilló, tras rendirse ante Aegon el Conquistador. Cregan Stark, el Viejo del Norte, Mano del Rey Aegon III. También Lord Edwyle, el abuelo de Harry, que había muerto en la Guerra de los Reyes Nuevepeniques.

Finalmente llegaron ante la tumba de Lord Rickard. Un escultor que lo había conocido bien en vida había tallado la estatua deprisa, y el resultado era espectacular. Su señor padre estaba sentado en una pose tranquila, digna y regia.

Lyanna se aproximó y deposito un ramo de flores de invierno en la tumba. Harry coloco la espada que le correspondía en el regazo de la estatua, la misma con la que había ejecutado a los Ryswell.

-Le traigo flores todos los días-explico Lyanna, con voz trémula-. Nuestro señor padre... siempre me llevaba las más hermosas flores de invierno, y ahora, yo se las traigo a él.

-Es hermoso, Lya-le aseguro Harry-. Él lo habría apreciado mucho.

-Júrame que mataras a los Bolton por esto, Aryan-exigió Brandon, de improvisto.

-Lo hare-prometió Harry, tomando las manos de Brandon entre las suyas.

-Y me traerás sus cabezas.

-Los Bolton tienen que pagar, Aryan-comento Ned-. Su rebelión...

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