Dragones.

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¡Buenas!

Les traigo el cap que sigue, donde los Stark estan de regreso en Poniente.

-X-

Aryan XIX.

«Hoy es el inicio de una nueva era», se dijo Harry cuando entro a Desembarco del Rey, por el puerto. Su escolta era regia y grandiosa, como correspondía a un rey... Aunque aquel día había decidido presentarse como un señor, no como un monarca. Los últimos tiempos había vestido al estilo de las Ciudades Libres pero en Desembarco del Rey volvía a ser un ponienti: jubón de terciopelo azul oscuro, botas de cuero bien lustrosas y un collar de esmeraldas sobre su cuello. Tenía el cabello y la barba bien recortados.

Una guardia de honor de cien Colmillos de Lobo rodeaba el caballo de Lord Stark, con los pendones color grises y blancos ondulando en las lanzas. Balaq la Sombra caminaba junto a su montura, con el acero apretado contra su amplio pecho, y Talla, Lyre, Tregar y Sallo montaban en pequeños ponis del otro lado. Bran y Ned iban detrás, vestidos con armadura relucientes, con sus armas de acero valyrio colgando de sus cinturas. Los tres gigantescos lobos iban entre ellos. Colmillo gruñía cada tanto, y enseñaba los colmillos, dejando un rastro de baba. Honor caminaba con tranquila dignidad aunque en cierto momento trato de salir corriendo tras una gallina. Los relucientes ojos negros de Canuto tenían fija la vista en la Fortaleza Roja.

Los señores del Norte le seguían. El viento agitaba sus estandartes, haciendo bailar los emblemas. Si volteaba brevemente, Harry vería a tritones, soles blancos y ojos, junto a un gigante con cadenas rotas y unas hachas coronadas, tres arboles centinelas, llaves cruzadas, un hacha negra, ojos y olas. Lord Wyman Manderly vestía un jubón gris claro con bordados de hilo de plata y un broche de zafiros en forma de tritón encima del corazón. La armadura del Gran Jon era de acero negro, con tres cabezas de lobo incrustadas en plata en la coraza. Se reía de una broma con lord Karstark, y los dos parecían listos para otro combate. Mormont vestía de verde; Dustin, de naranja; Flint, de gris y azul. Pero todos llevaban una capa gris en honor a su señor.

Los demás venían después: el Quebrantahuesos y los otros capitanes de sus compañías de libertos. Tras ellos iban dos centenares de ballesteros y trescientos soldados, todos ellos con capas grises ondulando a sus espaldas. También había un centenar de capas doradas, enviadas por el rey para darles escolta.

Era la Fortaleza Roja un edificio imponente y amenazador: siete torres enormes, achatadas y coronadas por baluartes de hierro; una inmensa barbacana de aspecto macabro; salas abovedadas, puentes cubiertos, barracones, mazmorras y graneros; gruesos muros horadados de aspilleras para los arqueros... todo en piedra de un color rojo claro. Pero después de haber visto los palacios de Yi Ti (algunos más grandes que todo Desembarco del Rey, y de un lujo incomparable), la Gran Pirámide de Meeren y el Salón de los Entronizados en Qarth, la Fortaleza Roja le parecía más bien... vulgar.

Cuando cruzaron el rastrillo del castillo bajado vio luces y movimiento en todas las ventanas. Quien los recibía era Steffon Baratheon, Señor de Bastión de Tormentas y Consejero de Edictos, un viejo amigo del rey, que los saludo alegremente, como si fuesen amigos de toda la vida.

«Es algo... presuntuoso». Pero lo cierto era que Lord Steffon había sido buen amigo de Lord Rickard.

-¿Vamos, mi señor?-dijo Lord Steffon.

-Guie el camino, Lord Baratheon.

Pero en ese momento el señor vio que los lobos se adelantaban también, como si pretendiesen a entrar, y compuso una expresión apenada.

-Tendrá que disculparme, mi señor, pero sus bestias no podrán entrar-comento él con ligereza-. El rey Aerys no se siente seguro después de haber escuchado que sus lobos tienen cierto gusto por la carne humana.

Se Acerca el InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora