El Muro.

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¡Buenas noches! Como parte de mi compromiso por retomar y concluir todas mis historias, actualizo quiza la más abandonada. Espero les guste.

Recuerden seguir la pagina. 

-X-

Harry III.

El Norte era inmenso.

Harry conocía los mapas tan bien como cualquier otro heredero de Invernalia que lo precediese, pero un mapa era una cosa y el terreno otra distinta. Y tenía mucho sentido, entonces, cuando decían que el Norte era igual de grande que todo el Sur.

Si tuviese que compararlo, Harry diría que el Norte era tan grande como Brasil, en su viejo mundo. Quizá un poco más grande, incluso.

El Norte era inmenso, y nunca más, visto desde la cima del Muro. Allí el frío era espantoso y el viento tironeaba de la ropa como un amante insistente. La cima del muro era más ancha que algunos tramos del camino real, así que Harry no corría peligro de caerse.

Jack y Tom, dos de sus guardias, estaban allí con él a unos diez metros, con el rostro cubierto por bufandas de lana, de manera que solo se veían sus ojos. Junto con él, contemplaban el fin del mundo.

Hacia el sur, se alzaba su feudo, o al menos aquel que sería suyo en un futuro. Las amplias Montañas del Norte y las Colinas Silenciosas, y el gran Lago Largo, franjas inmensas de tierra y bosque, salpicadas por pequeñas torrecillas, villas y granjas, y las luces de Corona de Reina y Villa Topo.

Pero era lo que estaba al norte lo que capturaba su atención.

Desde donde se encontraban, Harry alcanzaba a verlo, divisaba los árboles oscuros que se alzaban amenazadores más allá de la franja de terreno abierto, como un segundo muro paralelo al primero, un muro de noche. Allí los árboles crecían inmensos, y no era de extrañar que la Guardia de la Noche llamara a aquella espesura el Bosque Encantado.

Allí de pie, observando aquella oscuridad en la que no ardía hoguera alguna, a merced del viento y sintiendo el frío como una lanza en las entrañas, Harry entendió al fin lo que venía.

-El enemigo llegara desde el Lejano Norte.

-El único enemigo que importa.

La Muerte estaba allí. Harry solo alzo una ceja.

No había visto a la Muerte desde aquel día, casi diez años atrás, cuando lo visito en su otro mundo. Y no había cambiado. Seguía siendo un ser alto y delgado, con la piel pálida y traslucida, y un largo cabello de plata. Sus ojos seguían envueltos en un velo de humo.

Y sus aspectos sobrepuestos también seguían allí. El niño, lleno de vida, y el anciano marchito.

-Demonios de hielo, demonios de nieve, demonios de escarcha-dijo la Muerte-. Llegaran desde la Tierra del Eterno Invierno, mucho más allá del Muro, o de donde cualquier ser vivo ha pisado jamás.

Canuto se puso nervioso y soltó un aullido. Harry le sobo las orejas distraídamente. En el transcurso del último año, había crecido mucho. Él no era particularmente bajo en esta vida, pero Canuto ya lo superaba.

-Los Otros no ofrecen cuartel, no buscan conquistar tierras. En el pasado arrasaron aldeas, ciudades y reinos, derrotaron a héroes y ejércitos. Eran muchos, siempre a lomos de espectros, y arrastraban tras ellos a espectros, cadáveres reanimados para pelear en su nombre. Ni todas las espadas de los hombres pudieron detener su avance, ni los bebés de pecho despertaron su compasión.

»Y el Rey de la Noche pretende traer esa oscuridad de nuevo.

-Y lo hará-afirmo Harry-, si no lo detenemos.

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