Marwyn el Mago.

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Disculpen si no lo subí el domingo, como prometí, no lograba cerrar algunas cosas.

En fin, disfruten. 

-X-

Harry IV.

Abajo, en el patio, Benjen corría a detrás de Sombra.

Harry observaba todo desde la torre, con una sonrisa. Colmillo de Sangre y Princesa correteaban a Sombra, y se mordían y gruñían entre ellos, pero parecía ser todo un juego. Cuando Canuto los veía, dejaban de pelear y lo reverenciaban. Honor, el más tranquilo entre sus hermanos, como el propio Ned, estaba recostado junto a la puerta.

Tras él, Lyanna no dejaba de hablar con tono cansado. Como Lord Rickard lo había castigado por alguna travesura, Harry la visitaba dos veces al día para hacerle compañía. En su mayor parte, la escuchaba quejarse.

-Y odio el bordado-mascullo entre dientes, tan petulante como de costumbre-. ¿Por qué tengo que saber yo como empuñar una estúpida aguja? Soy muy mala en ello. Mis dedos parecen coladores, de tantas veces que me he pinchado con la aguja.

-El bordado es una actividad propia de las damas, Lya-le recordó Harry de forma distraída-. Igual que la música. ¿Ya has decidido que instrumento te gustaría tocar?

Lord Rickard estaba decidido a hacer de su hija una perfecta dama sureña, con todo lo que ello implicaba. Con lo que Lord Rickard no contaba era con la sangre del lobo que corría por las venas de sus cinco hijos: Lyanna y Brandon tenían bastante, y Benjen, otro poco. Aryan y Eddard eran los que menos tenían, e incluso entonces, cada uno tenía sus momentos donde la sangre les lobo los llamaba, los hacía inquietos y salvajes.

Lyanna se enfurruño un instante. Recientemente había cumplido su octavo día del nombre, y en verdad, estaba convirtiéndose en una jovencita adorable y preciosa. Harry la quería mucho.

-Bien-cedió, cuando vio la mirada insistente de su hermano-. El arpa está bien, supongo.

-Se lo diré a nuestro señor padre-le dijo Harry, y a continuación, miro a su hermana con un gesto travieso-. ¿Te interesa llegar a un trato?

Los ojos de Lyanna brillaron con emoción, la misma emoción que tenía cada vez que veía a Harry realizar magia.

-¿Qué tipo de trato?

-De los que te gustan.

Harry se lo explico todo en voz baja, como si temiese ser escuchado, aunque era más que nada para darle un toque de emoción al asunto. Si Lyanna cooperaba con Lord Rickard, y aprendía todas las lecciones propias de una dama con gran esmero y dedicación, entonces Harry le enseñaría a blandir una espada... En secreto. Se reunirían en el bosque de dioses, en la noche, dos veces por semana.

-Y será con espadas de entrenamiento, con la punta embotada-le advirtió Harry-, hasta que me sienta seguro de confiarte acero.

Sobraba decir que nadie podía enterarse, claro está. Tal vez sus hermanos, más adelante, pero de a momento, aquel sería un secreto de ambos.

Lyanna se puso tan contenta que se lanzó a abrazar a Harry. Este, riendo, la hizo girar en sus brazos. La verdad, estaba bastante en contra de la crianza que Lord Rickard le daba a su única hija. En su opinión, una mujer tan capaz como cualquier hombre. Hermione, entre otras tantas, era su mayor y más claro ejemplo.

-¿Cuándo será nuestra primera lección?-inquirió, emocionada.

-Paciencia. Tengo que encontrar una espada de entrenamiento que se adapte a ti. Eres una chica, Lya, así que jamás tendrás la fuerza de un hombre. No busques tenerla.

Se Acerca el InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora