Capítulo 6

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Durante la cena hablaron de todo un poco.

A su familia no le interesaban demasiado sus actividades humanitarias, pero sí que se reían con sus anécdotas más divertidas, así que intentaba colarles cosas sobre los proyectos entre historia e historia.

Cuando la velada ya estaba llegando a su fin, y habiéndoles contado buena parte del camino que ya había recorrido, dijo:
―Ahora nos gustaría extender nuestra red de escuelas al resto de áreas aisladas del país y continuar con los proyectos de alimentación y salubridad para asegurar que allá donde se abra una de nuestras escuelas, la población tenga acceso a agua potable, comida y a cierto nivel de salubridad, además de vacunas para los niños y….. ―Su familia la dejó seguir, aunque Lisa no estaba segura de que estuvieran escuchándola de verdad―. Me gustaría conseguir financiación para esta segunda fase del proyecto.

Su padre asintió con la cabeza, su hermano bebió de su copa y su hermana se inclinó hacia uno de sus hijos para limpiarle algo que le había caído en el regazo.

Nadie dijo nada, así que Lisa se lanzó:
―Si el banco pudiera hacer una aportación grande sería estupendo.

―La empresa ya dona anualmente dinero a tu causa, Lisa ―dijo su padre―. ¿Es que quieres más?

―No es que yo lo quiera, es que lo necesitamos.

―Lo necesitamos ―se rio Nick entre dientes―. Hablas como si fueras una de esas personas. Como si tú necesitaras ese dinero para algo.

―Claro que lo necesito.

―Para que Lisa ¿Para tirarlo a la basura?.

―Escucha hermano, ayudar a quienes lo necesitan no es tirar el dinero a la basura.

―Mira Lisa, mí papá me deja diez mil dólares y al mes se los devuelvo transformados en veinte mil.

Me los deja un año y le devuelvo cien mil.

A ti llevamos años dándote dinero y no hemos visto ni un dólar, si eso no es tirar el dinero a la basura, dime tú qué es Lisa.

―¿Quieres ver lo que se ha hecho con tu dinero, Nick? ¿Quieres que te enseñe fotos de los niños, las niñas, las madres, las familias a las que has ayudado? ¿De los poblados enteros que ahora tienen agua potable gracias a ese dinero que según tú va a la basura? ¿De los niños que no han muerto sin llegar a cumplir el año gracias a lo que se hace con ese dinero?

―Escucha yo no quiero ver nada, yo solo quiero que no nos sigas chupando la sangre, que te busques un trabajo ya Lisa. Que para un ataque de rebeldía está bien tu… ―sacudió la mano, señalando a su hermana con cierto desprecio― intento de ser una buena samaritana, pero si de verdad supieras lo que interesa, a ti, a tu familia, a la gente a la que ayudas, conseguirías que ese dinero no fuera siempre una inversión perdida.

―Claro, las ONG ahora deberían ganar dinero, ¿No? ¿Es eso lo que estás diciendo?

―Yo digo que una cosa que no funciona, se invierte en ella, se hace funcionar y se le saca rendimiento.

Si toda esa gente a la que has ayudado no es capaz de producir beneficios después de todo el dinero que hemos invertido en ella, es que algo no estás haciendo bien.

―¡Producir beneficios! Hablas de la vida de miles de personas como si fuera un negocio.

―¡Es que la vida de las personas es un negocio! Allí les construyes casas gratis, les regalas perforaciones para sacar agua del subsuelo, les regalas medicinas. … Aquí, nosotros ganamos dinero prestándole a la gente dinero para que se compre casas; Ganamos dinero firmando acuerdos con empresarios que van a hacer un bien común como el de ese pozo de agua, solo que aquí en forma de carreteras o de tendidos eléctricos; Aquí la gente trabaja para poder tener acceso a la sanidad.

―No puedo creerme todo lo que estás diciendo Nick.

―La verdad, Lisa, ¡La verdad! Despierta ya y madura de una vez.

―Vale ya ―intervino Marco al ver que Lisa y Nick comenzaban a pelear―. No vamos a hablar más de esto esta noche. De hecho, Lisa, con quien tienes que hablar es con mi secretaria.

―¿Tu secretaria? ―interrogó incrédula. ¿Qué tenía ella que contarle a una oficinista de todo aquello?

―Sí, con Jennie. Jennie Kim.

Lisa le lanzó una mirada a Nick, pero la expresión de su rostro no le dijo mucho sobre si la tal Jennie era la misma de aquella mañana. Supuso que sí.

―¿Qué tengo que hablar con tú secretaria?

―Es más que una secretaria. Es una persona de confianza, mi mano derecha, ella es muy eficiente en su trabajo y en la que delego muchas funciones.

Trabaja codo a codo con tu hermano.

Si la convences a ella de que tu causa merece una nueva inyección de capital por nuestra parte, te daré el dinero hija.

Lisa miró a Nick y la sonrisa que vio en el rostro de su hermano no le gustó nada.

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Jennie se encontraba en su despacho elaborando un informe de la reunión que habían tenido el día anterior.

Sus dedos volaban sobre el teclado, plasmando en el documento de texto todos los acuerdos legales a los que se había llegado durante las tres horas y media que duró la reunión.

Los acuerdos «Alegales» y los que directamente quebrantaban la ley también tendría que detallarlos en un informe, pero irían aparte para que el Señor Manoban los guardara en la caja fuerte.

Su teléfono de empresa sonó, haciendo vibrar toda la mesa, y miró la pantalla para encontrar un número desconocido.

Se colocó el auricular inalámbrico con el que solía contestar las llamadas y que le dejaba las manos libres, y contestó:
―Jennie Kim, ¿En qué puedo ayudarle?

―Hola, Jennie, soy Lisa.

Los dedos de la secretaria, que tan solo habían dejado de teclear los segundos suficientes como para ponerse el aparato en la oreja y darle a aceptar la llamada, se detuvieron.

Miró el teléfono, como si este pudiera decirle algo sobre a qué venía aquella llamada.

―Soy Lalisa Manoban ―especificó Lisa al no encontrar respuesta en Jennie por el teléfono―. Nos conocimos ayer. Me tiraste al suelo en modo de defensa y después intentaste tirarme de un carro en marcha, ¿Recuerdas?

―Yo no intenté tirarte de ningún carro. Tú misma te empeñabas en no ponerte el cinturón. ―Carraspeó al darse cuenta del tono beligerante que había usado y preguntó―: ¿En qué puedo ayudarla, señorita Manoban?

―Manoban. Ayer me dijeron que el señor Manoban padre era mi padre, mientras que el señor Manoban hijo era mi hermano y la señorita Manoban era mi hermana. ¿Yo qué soy, señorita Manoban hija dos? Qué lio, ¿No? Mejor solo llámame Lisa.
Yo puedo llamarte Jennie, ¿Verdad? ¿O prefieres señorita Kim?

Jennie se recostó en su silla oyendo el parloteo de Lisa.

Estaba segura que quería agotar su mente con tanta divagación para después pedirle algo.

Esperaba que no fuera una cita, aunque desde que se había enterado de que era la hermana de Nick había estado esperando alguna insinuación.

Se había dado cuenta de cómo la había mirado cuando se cruzaron por primera vez, cuando ella había pensado que era una mujer muy sexy salvaje, despreocupada, joven y libre.

―Si, puedes llamarme Jennie. Yo te llamaré Lisa.

¿En qué puedo ayudarte, Lisa? Si quieres hablar con tu padre, todavía no ha llegado a la oficina.

―No, no, no quiero hablar con él, quiero hablar contigo...

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Gracias por leer ✨

Derritiendo el Frío Corazón de Hielo (Adaptación Jenlisa G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora