Capítulo 18

3.7K 421 13
                                    

El sonido del teléfono despertó a Jennie, que despegó los ojos con dificultad y buscó, a tientas, el móvil.

Tenía todas las persianas bajadas a tope, así que le resultaba imposible saber la hora del día era.

Cuando por fin encontró el aparato móvil que hacía ruido, se lo acercó a la cara y entrecerró los ojos para enfocar su mirada turbia de recién despertada.

Lalisa Manoban. La hija menor de su jefe. Pero que desconsiderada ¿Por qué la llamaba a esas horas?

Que por cierto, ¿Qué hora se suponía que era?

Ah, bueno, eran las diez de un sábado. Tampoco es que fueran horas demasiado intempestivas, aunque a Jennie se lo parecieran después de haberse acostado a las cinco de la mañana.

Se aclaró la garganta para que no se notara demasiado que acababa de despertarse y contestó la llamada con su típico tono profesional.

―Buenos días, Lisa. ¿En qué puedo ayudarte?

―Qué profesional señorita Kim. Pensé que te pillaría durmiendo aún.

Menos mal que las videollamadas no estaban activadas a la orden del día, pues si no habría visto los cabellos de loca que llevaba.

Bueno, no, no los habría visto porque en su cuarto no se veía absolutamente nada, todo estaba en total oscuridad.

―¿A mí? Nunca siempre estoy a la orden del trabajo. ―Tras decir aquello, recordó que antes de acostarse le había mandado un mensaje―. No me llamarás por la foto, ¿Verdad? Te prometo que la he borrado y no la tengo ya en mi celular.

―No, tranquila. De hecho ya te he contestado al mensaje de la foto, supongo que no lo has visto aún todavía. Yo te llamaba porque…...

Lisa se quedó callada, y Jennie agudizó el oído.

―¿Lisa? ¿Sigues ahí? ¿Lisa?

―Sí, disculpa Jennie. Es que no sé muy bien por qué he llamado, pero necesitaba escuchar tu voz.

Con aquella confesión, Jennie podría haber pensado que Lisa quería pedirle una cita, pero algo en su tono le hizo intuir que se trataba de otra cosa. Parecía triste, abatida y con una voz demasiado apagada, que no se oía a la voz de Lisa feliz.

―¿Estás bien Lisa? ¿Ha pasado algo?

―He hablado con mi hermana.

―Oh.

Jennie no sabía qué más decir. Ella solo conocía parte de la truculenta historia sentimental de su mejor amiga y no estaba al tanto de cuánto le habría contado su amiga a su hermana menor, así que era mejor ser prudente y no decir algo que no debía.

―Me ha contado lo de su amante, y tambien la relación que tiene con su marido….

Jennie, mi hermana me dice que quiere que yo entienda lo que hace, pero sinceramente no entiendo nada.

Ni lo que hace ahora ni por qué aguanta ni… nada. No entiendo nada. Y al parece que soy la tonta de la familia por ello.

―Lo siento mucho, Lisa.

Se produjo un largo silencio en ambas en los lados de la línea y finalmente Lisa dijo:
―Siento haberte llamado Jennie, pero tu voz es muy tranquilizante para mí.

Y necesitaba aclarar algunas cosas....… y también no sé, decírselo a alguien más. Y ya que tú sabes parte de la historia…..

―No te preocupes Lisa.

―Nos vemos mañana Jennie, ¿De acuerdo? A ver si puedo tener los informes listos y te los llevo para que me puedas ayudar con la información.

―De acuerdo. Y Lisa, escucha atentamente.

―¿Sí?

―No eres tonta. Tienes un gran corazón, que no es lo mismo y tú si eres buena persona al comparación a el resto de tú familia.

―Gracias, Jennie. De verdad, agradezco tus palabras.

Cuando Lisa colgó, Jennie se quedó tumbada en la cama durante varios minutos.

Pensando en lo que Lisa le había contado, en su familia, en el mundo en el que se movían las cosas.

¿Habría un equivalente a oveja negra pero en positivo?

Porque si lo había, eso era Lalisa Manoban con respecto a toda su familia.

Porque Lisa era una oveja blanca que destacaba por tener buen corazón, que estaba rodeada de pura falsedad de su familia que pronto ella misma se iba a darse cuenta.

Sabía que ya no podría volver a dormirse, así que se levantó y subió la persiana.

Su cuarto miraba a una calle cualquiera en un barrio obrero cualquiera de la gran ciudad.

A aquellas horas de un domingo había poco tráfico y menos peatones aún, pero el día prometía ser soleado e ideal para que las familias salieran a la calle a disfrutar de un agradable día juntos.

Salió de su habitación y se encontró con la puerta del cuarto de su hermana abierta.

La cama estaba deshecha y la habitación vacía. Rosé de seguro ya debía de estar en el supermercado, atendiendo con una sonrisa a las clientas desde su puesto de cajera.

Fue a la cocina, preparó la cafetera y puso en la tostadora unas rebanadas de pan.

Mientras el café y el pan se hacían, salió a la pequeña galería que tenía el piso y se dispuso a poner una lavadora.

Fue sacando del cesto de la ropa sucia todas las prendas de color y de pronto se detuvo al encontrar una verde.

La extendió entre sus manos y contempló el logotipo en negro que decoraba el frontal de la prenda.

Era una camiseta de su hermana y en ella podía leerse «STOP Desahucios».

La lanzó al tambor de la lavadora a la vez que pensaba en la gente con corazón.

........................................................................
Gracias por leer ✨

Derritiendo el Frío Corazón de Hielo (Adaptación Jenlisa G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora