Capítulo 19

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Ya creía que al final Lisa no se iba a presentar ese día en la oficina, cuando unos golpes en la puerta precedieron su alta y estilizada figura.

Llevaba un dossier en la mano que le entregó a Jennie con una amplia sonrisa.

―Estupendo ―dijo Jennie, ojeando por encima las hojas―. Le echaré un vistazo en cuanto pueda, a ver qué se puede hacer.

Dejó la carpeta sobre el escritorio y le dedicó a Lisa una de esas sonrisas de secretaria que preguntan «¿Quieres algo más?» y a la vez se despiden.

―¿Has parado ya a comer? ―preguntó Lisa.

―Sí.

―¿En serio? Hoy lo has hecho pronto.

La puerta del despacho interior se abrió y apareció su padre de traje.

―¡Hija! ¿Cómo así tú por aquí?

―He venido a traerle a Jennie unos informes que me pidió para lo de la búsqueda de fondos.

Marco miró brevemente a su secretaria, que sonrió a la vez que palmeaba el dossier .

―Así me gusta, que seas dura con Lisa. Yo siempre le he puesto todo en bandeja de plata. Papá, que quiero diez mil dólares para ayudar a una fundación en Filipinas, y yo se lo daba. Papá, que quiero esto de acá…

Lisa se removió, incómoda, pero Marco no se dio cuenta y alabó a su secretaria.

Jennie no me equivoqué al designarte a ti para evaluar la petición de mi hija. Así todo este tema toma un cariz más profesional. Bueno, me marcho a comer. Esta tarde ya no vuelvo, ¿De acuerdo, Jennie?

―Sí, señor.

Al pasar junto a su hija, Marco le dio un par de palmadas en el hombro y después salió, dejándolas solas.

A su salida le siguió un incómodo silencio en el que Lisa, herida en su orgullo, intentó reponerse.

Una cosa era que en su casa se bromeara (Que de broma tenía más bien poco, por lo que veía ella) con que vivía a expensas de su familia, como alguien que no hacía nada o algo así, y otra muy distinta que  dejaran en evidencia delante de otra persona.

―Me gustaría quedar contigo Jennie para hablar sobre una fiesta que quiero montar ―dijo insegura, mirando el suelo.

―Un evento en el que subastar mis cuadros. Había pensado en que quizá podría contar contigo para…. ―Se detuvo―. ¿Sabes qué? Déjalo Jennie, no me prestes atención. Creo que mejor lo voy a hacer completamente yo sola al margen de mi padre.

―Pues fíjate que a mí me acaba de dar hambre otra vez ―respondió Jennie, apagando el ordenador y recogiendo sus cosas―. ¿Segura que no quieres charlar un rato del evento mientras comemos juntas?

Lisa la miró pensativa, pero la cálida sonrisa que Jennie le dedicó consiguió hacerla asentir con la cabeza.

En el camino al bar, no hablaron mucho.

Lisa se sentía bastante humillada y le costaba encontrar su versión más directa.

Jennie sabía perfectamente lo que a Lisa le pasaba y cuando se sentaron en sus respectivos asientos, decidió hablarle con el corazón:
―Tu padre no debería haber dicho lo que ha dicho.

Lisa la miró agradecida, pero contestó:
―Quizá tenga razón. En este viaje estoy viendo muchas cosas, dándome cuenta de muchas cosas. Tal vez debería buscarme la vida de otra forma.

―No puedes dejar de hacer lo que haces ―dijo Jennie con vehemencia. Se dejó llevar por un impulso, agarró las manos de Lisa, que estaban sobre la mesa, y se las apretó.

―Lisa tú haces una labor maravillosa. He estado mirando todo lo que haces. Tú como persona y tu organización. Es… simplemente increíble. Toda la gente a la que ayudas, las vidas que mejoras… No puedes dejarlo así por así.

Lisa sonrió y movió las manos hasta sostener los dedos de Jennie entre los suyos.

Fue entonces cuando Jennie se dio cuenta de su propio gesto y se quedó mirando sus manos unidas, sintiendo la calidez de la piel de Lisa, que parecía comunicarse directamente con su corazón, haciéndolo latir más rápido.

―Jennie lo que hago no voy a dejarlo. Nunca. Mi padre puede creer que es un capricho, pero no es así.

A dejarlo me refería a buscar financiación en otro sitio.

Si dejo de pedirle dinero a mi padre, callaría muchas bocas dentro de mi familia y de hecho mi conciencia probablemente dormiría mejor.

Dime la verdad, Jennie, ¿Cómo de sucio está el dinero de mi familia? Trabajas para mi padre, tú debes saberlo.

Se que en la prensa todavía no han dicho nada, pero… últimamente pienso mucho en que uso dinero robado, dinero de gente desahuciada, de gente que tiene que acudir a bancos de alimentos, para alimentar a gente en la otra punta del mundo.

Los ojos de Jennie se entristecieron al momento y agachó la cabeza para que Lisa no viera su reacción, aunque fue demasiado tarde.

―Verás…..

Un nudo en la garganta la obligó a tragar saliva y después a carraspear.

Lisa frunció el ceño al darse cuenta de que sus palabras realmente la habían afectado.

―Lisa no voy a seguir hablando sobre el tema de dónde viene el dinero. ―dijo Jennie finalmente, atreviéndose a mirarla de nuevo.

―No puedo aunque seas la hija del jefe. Pero te voy a decir una cosa, Lisa.

La verdad es que yo no voy a decidir si el banco dona dinero a tu causa o no.

Yo solo hago de intermediaria para que dejes a tu padre y a tu hermano tranquilos con este tema.

Los informes que te pedí eran solo para entretenerte, para ganar tiempo, pero te prometo que con ellos intentaré convencer a tu padre de que te den más.

Voy a mover hilos y a darles trabajo hecho buscando de dónde podríamos sacar dinero que darte para que sea la mayor cantidad posible.

Y cuando te den el dinero, porque tu padre te lo va a dar, ni se te ocurra rechazarlo.

Si no lo usas tú, créeme que lo usará otra persona, y no precisamente para una labor con tanto corazón como la que haces tú.

Durante unos segundos, solo pudieron mirarse a los ojos con gran intensidad, diciéndose muchas cosas con la mirada.

Lisa apretó suavemente todavía más las manos de Jennie.

―Gracias. De verdad Jennie.

―Y ahora Lisa ―anunció Jennie separando sus manos― Háblame de ese evento que quieres hacer y haré todo lo que esté en mi mano para ayudarte...

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Gracias por leer ✨

Derritiendo el Frío Corazón de Hielo (Adaptación Jenlisa G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora