Capítulo 47

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Capaz Jennie odiaba a los bancos, que habían tenido parte de culpa en el suicidio de su padre, y se había infiltrado en uno de ellos para conseguir sacar todos los trapos sucios de la gente que lo dirigía.

Hasta ahí podía entender así chica de mirada felina.

Pero todo involucraba a su familia y estaba preocupada y dolida, pero si su padre había hecho todo de lo que se le acusaba, que era mucho más de lo que Lisa había llegado a sospechar nunca, veía justo que pagara por sus crímenes.

El susto, ya que con sus contactos y su influencia seguro que quedaría solo en un susto, su padre no entraría en prisión, quizá le serviría para replantearse su lucrativo modo de vida.

Hasta ahí bien.

Quizá incluso le agradecería a Jennie si la tuviera delante.

Pero no, Jennie no se había limitado a vengarse.

En algún momento debió decirse a sí misma «Oye, ¿Y por qué no me llevo yo un pellizco de todo esto?» Y a la vez que recababa información con la que hundir a su jefe, también había encontrado la forma de robarle.

Marco todavía no sabía con certeza cuánto dinero había desaparecido de sus cuentas, pero los últimos datos que tenía hablaban de más de veinte millones de dólares.

¡Veinte millones de dólares!
¿Qué se suponía que iba a hacer Jennie con ese dineral?

La venganza la había transformado en el mismo monstruo avaricioso y sin corazón contra el que había estado luchando.

¡Maldita sea! ¿Por qué no había indagado más en su vida?

Ahora se daba cuenta de tantas cosas sospechosas… Por ejemplo, cuando había pillado a Jennie en el despacho de su padre y, nerviosa, le había pedido que no le contara nada a Marco.

¿Qué excusa le había puesto para estar tan nerviosa?

Ya ni se acordaba, pero ahora tenía claro que la había pillado con las manos en la masa cogiendo datos a los que no debería haber tenido acceso.

Llegó hasta el supermercado donde trabajaba Rosé, pero todavía estaba cerrado, así que fue hasta una cafetería que había cerca y se tomó un café y un dulce mientras hacía tiempo.

Se preguntó qué papel había desempeñado ella misma en todo aquello, por qué Jennie había fingido con ella, por qué le había hecho creer que era diferente.

Para ponerla de su lado, estaba segura.

A cada persona le mostraba una cara distinta según le convenía.

Nick y Marco pensaban que era una mujer sin escrúpulos a la hora de trabajar porque era lo que ellos querían ver.

A ella, en cambio, le mostró una chica dulce y carismática, así que Jennie le había dado un punto más humano a su personaje, teniendo cuidado en que todo lo que contaba quedara siempre entre ellas.

Le había pedido que no contara lo del suicidio de su padre, tampoco lo de la incursión al despacho, ¡Y las lentillas de sus s ojos!

También le había pedido que le guardara aquel secreto y no le contara a su padre.

¿Qué se suponía, que eran como las gafas de Superman y ocultaban su verdadera identidad?

¡Dios! Estaba furiosa con Jennie y consigo misma.

¿Cómo podía haber sido tan tonta? ¿Cómo había podido dejarse embaucar por una mentira? Y encima Jennie le había dicho «Te quiero» antes de darse a la fuga.

Aunque probablemente se habría imaginado aquellas dos palabras, pues no podía ser tan cínica. «Te quiero» era lo que Lisa había querido oír, pero ahora estaba casi segura que lo que había dicho había sido un «Te jodes».

Miró su reloj.
El supermercado ya debía de estar abierto, así que pagó y se dirigió hasta allí.

Le bastó con dar la esquina para confirmar que las persianas ya estaban alzadas.

Entró y se encontró con la misma chica que la vez anterior, la que tenía una boda y le había cambiado gustosa el turno a Rosé.

―Hola, disculpa. ¿Te acuerdas de mí?

―Mmm… si no me vas a preguntar nada más, por supuesto ―le dijo con una sonrisa encantadora.

―Estuve aquí el otro día, preguntando por Rosé.

―Ah, sí, ya. ¿La encontraste?

―Pues lo cierto es que no, ¿Y ahora su vecina me ha dicho que se ha ido de vacaciones para una larga temporada?

―¿Sí? No sé, espera. ¡Jil! ―exclamó, llamando a un reponedor que pasaba por allí―. Tú que siempre estás al pendiente de todo. ¿Rosé otra de las cajeras que hay, se ha ido?

―¡Sí! ¿No te has enterado? Qué raro que el jefe no te haya llamado. Se despidió ayer al terminar su turno.

―Pero… ¿Despedirse de vuelvo en una semana?

―Despedirse del trabajo. Pero el jefe le dijo que tenía que avisar con un mes de antelación para tener tiempo de buscar a otra cajera, pero ella dijo que no podía esperar tanto, que tenía que marcharse ya.

El jefe le dijo que si se iba así no esperara volver a encontrar trabajo en ningún supermercado de nuestra cadena y ella le contestó que no pensaba volver nunca más.

―Pues vaya, ¿Le habrá tocado la lotería? ―Se giró hacia Lisa y explicó―: A mí también me gustaría mandar a la mierda al jefe, pero como no tengo un millón de dólares…..

Lisa se despidió dándole las gracias y los dejó allí, con la de la caja preguntándole al reponedor cómo podía ser tan radiomacuto para enterarse de todo tan rápido.

Puesto que Rosé se había esfumado, decidió tirar de un último hilo: Encontrar a la tal Jisoo.

Regresó al edificio donde vivían Jennie y Rosé y, aprovechando que la puerta estaba abierta, subió hasta la planta de las chicas, aunque en lugar de tocar a su puerta, pues ya sabía que aquello no iba a dar resultado, pulsó el timbre de al lado. La anciana le abrió y la miró sorprendida.

―¡Bueno! Al menos sabes tocar el timbre como una persona normal.

―Sí, disculpe señora que la moleste otra vez, pero necesito saber si en el edificio vive algúna Jisoo.

―¿Jisoo? Sí, claro, en el sexto piso. ¿Por qué?

―¿Sí? ―No pudo ocultar su sorpresa―. Necesito hablar con ella.

―Pues sube a hablar. No sé si estará, pero su esposo seguro que sí.

―¿Su esposo? ¿Qué edad tiene?

―¿Su esposo? Pues no sé… setenta y pico.

―¿Y Jisoo?

―¿Ochenta? No sé, hija, no sé. ¿Por qué me haces tantas preguntas?

―Busco a alguien más joven. ¿No tendrán una hija?

―Sí, pero se llama… ay, ¿Cómo era? capaz que si, se y no lo sé.

―¿Y no hay ningúna Jisoo joven en el edificio? O mire, mejor le digo lo que busco.

Jennie recibía visitas de una mujer de vez en cuando. Pelinegra, del mismo porte que Jennie… sé que se llamaba Jisoo, pero no sé nada más.

―A la única mujer que he visto venir a ver a las chicas es a ti, supongo que por tu manía de llamar a las puertas como si hubiera un incendio.

Lisa no pudo evitar sonreír.

―De acuerdo, muchas gracias. Y disculpe las molestias señora.

A Lisa solo le faltaba un cartucho que quemar para conocer el paradero de Jennie y quién la ayudaría sería la tal Jisoo.

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Gracias por leer ✨

Derritiendo el Frío Corazón de Hielo (Adaptación Jenlisa G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora