Capítulo 31

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Tamara. 





Mi reloj marca las 7:00 a.m. La hora exacta, después de mucho tiempo, de mucha espera podría tomar este encierro como unas vacaciones, aunque me están costando más de lo que imaginé, porque planeaba irme de vacaciones, pero no sacar a los Russell de mi vida, no tan de golpe. Si, los extraño, pero este alejamiento nos servirá a los cuatro.

Ahora tenía que lidiar con el patán de Gabriel, que no solo se la pasó hablando estupideces, si no que cumplió con cada maldita palabra que salió de esa boca asquerosa. Durmió en la misma habitación que yo, usó un colchón inflable y ahora mismo ronca como un León hambriento. Dejé de rehusarme y hacer mis berrinches porque sabía que no se alejaría de mí.

Su arma descansa a su lado y me tienta darle un tiro en el culo, pero soy mejor que eso. Su ruda actitud no ayuda y todo se siente difícil en esta casa, además de que escupe tonterías a cada segundo, lo malo es que no hay manera de apagarlo, porqué, aunque guarde silencio él sigue molestándome.

Él tipo está que arde de eso no hay duda, es tentador. Su cuerpo tendido sobre el colchón, sin camisa, con una sola bermuda de tela tan delgada que su amigo se nota como una salchicha apretada en el empaque. Los tatuajes en sus manos lo hacen sexi, pero que esa tinta se esparza por su pecho y que llegue a su cuerpo es todavía más fácil de mirar para mí. No había visto antes a un tipo con semejante arte en el cuerpo.

Y si, como todo hombre por las mañanas, tenía una erección muy grande.

Observé por toda la habitación y encontré una jarra con agua.

Con cuidado me puse de pie y llegué a esa jarra, estaba un poco helada, pero eso solo era un toque extra. A nada de hacer mi labor matutina y despertar al hombre mi móvil sonó. Corrí a callarlo, el nombre de Chloe resaltó en la pantalla.

No me despedí de ella y seguramente esta videollamada seria mi ejecución virtual.

—¡Tamara!—gritó cuando respondí—. Que amiga más desconsiderada.

Lo siento—hable bajo—. Tenía mucho en que pensar y pasaron cosas que me hicieron olvidar hasta mi nombre. Perdóname.

Está bien, lo entiendo. ¿Dónde estás ahora? Déjame visitarte.

No puedo decirlo—en realidad papá jamás mencionó restricción de visitas—. No sé dónde estoy metida—miré hacia abajo. Gabriel seguía rugiendo.

—¿Quién ronca?—ella miró a su alrededor, pero yo sabía que era de mi lado—. Blake ¿Quién ronca?

¿Blake?

¿Ella dijo Blake?

¡Ella dijo Blake!

No se—esa era la voz de Blake.

Me arrojé sobre la cama con el estómago contra el colchón y miré mi móvil esperando que ella apareciera de nuevo en la pantalla o por lo menos escuchar algo. Es muy de mañana, ¿Qué hacen juntos?

No es de este lado—apareció de nuevo—. ¿En que estábamos?

—¿Tu porque estas con Blake? ¿Estás en la casa Russell?

—Si, bueno no en la casa Russell, de hecho, aún estamos en su bar. Me los encontré aquí, y nos pusimos una borrachera. Todo en tu nombre, eh.

¿Qué mierda?

No te ves tan enferma como se esperaría de una borrachera—eso caló.

Tamara Por Tres.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora