Capítulo 32

13.9K 1.2K 293
                                    

Tamara. 





Una semana...

¡Dios! 

Una semana en la que solo me la paso con el trasero sobre el sofá y él vigilándome como si esto fuera lo más divertido del mundo. Presiento que los días y las horas avanzan con más lentitud en compincharía con Gabriel para hacerme miserable.

El estúpido se la ha pasado leyendo la misma revista una y otra vez. Estoy segura de que ya memorizó los chismes letra por letra.

—Quiero salir—dije al momento que me puse de pie.

Baja su revista y me mira sin expresión en su fea cara. De la nada comienza a reírse.

—Tú no puedes darme órdenes.

—Me importa un cuerno lo que puedo y no. Dije que quiero salir y saldré.

Admito que me dio cierto temor desafiarlo, sobre todo cuando sentí sus duras pisadas seguirme por detrás.

Logré pisar las escaleras cuando su ruda voz me detuvo.

—¡Tamara! ¡Detente!—lo hice. Me giré —. Regresa aquí o te pondré de rodillas y no precisamente para pedirme perdón.

Me molestó su estúpida manera de decirme que me obligaría a practicarle sexo oral. No dudo que sea tan imbécil para intentarlo. Comienzo a creer que estoy más segura afuera que en estas cuatro paredes y en compañía de Gabriel.

Pero... recordé la sugerencia de Alex.

—Está bien, es lo que quieres—llevé las manos a mi cabello rojo y lo levanté en una coleta alta, besé el dorso de mi mano para bajarle a la intensidad del labial que usaba y descendí de las escaleras—. ¿Quieres que meta tu pene en mi boca? lo haré.

Noté enseguida como todo su cuerpo se tensó y su cara se contrajo preocupado.

Intenté llegar a él, pero siempre retrocedía hasta que la pared detuvo sus pasos. Su espalda se pegó de lleno y mi sonrisa se hizo más amplia. Pasé mi lengua por mis labios humedeciéndolos. Doblé mis rodillas frente a él.

—Oye...—ignoré su voz.

Mis manos pequeñas cayeron de lleno en su cinturón y cuando este se aflojó completamente, proseguí con el botón y después la bragueta. Bajé su pantalón, sus tiernos calzoncillos rosas me sacaron una sonrisa burlona y lo miré para burlarme de ello. No tiene nada de malo usar el color rosa, es solo que no lo esperaba de un hombre tan macho como él.

Exactamente no sé que estoy haciendo, pero espero que hacerle caso a Alex no me haga arrepentirme.

Froté mi mano contra su calzoncillo, precisamente en su pene nada erecto.

Desde abajo lo observé. Mantenía sus ojos apretados, la mandíbula tensa, sus dientes sumamente apretados. Sus manos queriendo aferrarse a la pared. Yo había estado de rodillas ante varios hombres y ninguno reaccionó de esa manera.

Sujeté sus bolas y las apreté, lo hice mirarme.

—¿No te gusta lo que hago?—me daba cuenta de eso, pero esperaba que él me lo dijera.

—No.

Me levanté, dejé en paz su cuerpo, pero no me iría sin una respuesta.

—¿Por qué? No lo hago tan mal—crucé mis brazos sobre mi pecho.

—Porque no y ya—casi se alejó de mi corriendo.

Seguí sus pasos con la mirada.

—Oye...

Tamara Por Tres.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora