Capítulo 3

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Tamara.












Acepté ser la amante por una noche de un sujeto desconocido pero que provoca mucho en mí. A pesar del poco miedo que sentía por ser reconocida en el lugar, solo fueron más que alucinaciones mías.

Fui llevada por un largo pasillo que se extiende a lo largo del antro y que prácticamente está conectado a un hotel que desconozco. He caminado a su lado y visto más parejas salir y entrar. No somos los únicos y eso es obvio.

Cuando estuvimos en la habitación se me facilitó un contrato, dejando en claro que todo es de manera confidencial y nada más que gemidos saldrán de este cuarto. El B1 habló conmigo y me hizo saber que tengo toda la libertad en pedir lo que más me gusta. Aunque recalcó varias veces que yo podía tomar el control de todo y follarlo a él sin ningún problema.

Pero yo no quería eso.

La oportunidad se me presentó así que estaba dispuesta a ser masilla en sus manos. Él tendría el control total de mi cuerpo y yo sería castigada por su gran masculinidad.

Todo quedo perfectamente claro y me convertí en la sumisa del B1. Él me mira desde una posición alta, mientras que yo estoy de rodillas frente a él con las manos atadas, en ropa interior y desde este punto puedo apreciar su gran miembro erecto y listo para reventar su bóxer en cualquier momento. Él camina de un lado a otro poseyendo una fusta en su mano que azota ligeramente contra su palma.

—¿Así que has desobedecido a tu amo? —ligeramente se forma una sonrisa en mi boca.

—Si mi señor—respondo mordiendo mi labio cuando me mira.

—¿Estás consciente de que te daré tu merecido?

—Si mi amo, necesito mi merecido—se detiene frente a mí.

Un movimiento con su dedo me ordena ponerme de pie y así lo hago. Señala un sofá grande que adorna la habitación.

—Tus manos contra el respaldo y deja tu culo hacia mi—ordena.

Obedezco a sus palabras, mantengo mis manos frente a mi atadas. Él se posiciona detrás de mí y toma mi cabello entre su mano y con la otra comienza a tocar mi piel, desde mi espalda hasta llegar a mi blanco trasero. Tira mis hebras rojas y gimoteo. Su palma queda marcada en mi piel siendo doloroso pero delicioso a la vez.

—Amo—jadeo.

Golpetea sus caderas con mi trasero haciendo mucho más evidente para mí su prominente erección. La habitación se rodea de gemidos, golpes y jadeos de ambos, respiraciones aceleradas y el sudor comienza a ser evidente.

Lo siento alejarse un momento y de la nada golpea de nuevo mi trasero con un cinturón de cuero, me hace gemir, a pesar del dolor saber que ese hombre tan caliente es el causante lo hace excitante. Tres golpes son suficientes, la zona se calienta, la piel arde. Solo en la cama acepto ser agredida cuando yo misma lo he pedido.

Rodea el sofá hasta quedar frente a mí, levanta mi mentón y me obliga a mirarlo, su cara se acerca a la mía lo suficiente, su lengua juguetea con mis labios, lame de ellos, muerde y después se une a mí en un beso efusivo, caliente, excitante. Logra mojarme.

Cuando se aleja desata mis manos, ordena dar la vuelta manteniéndome de rodillas sobre el sofá. Al hacerlo me encuentro con él frente a mi otra vez. Lleva sus manos hacia su pantalón y cuando logra su objetivo baja de él, para después hacer lo mismo con su ropa interior.

Sujeta su miembro cuando queda en el aire, apunta a mi dirección, esta carnoso, mojado. Es grueso, un poco curveado y grande. Paso saliva.

Me inclino hacia adelante lo suficiente, abro mi boca y lo atrapo de un bocado. Él jadea gustoso. Lamo la punta y arrastro sus fluidos a mi boca. Dulce. Devoro su carne y salivé sobre él. Entra y sale de mi boca entre mis gemidos. Mi mano entra al juego y mis probadas se hacen más firmes, más concisas. Desplazo mi lengua de abajo hacia arriba manteniendo la mirada fija en sus ojos.

Tamara Por Tres.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora