Tamara.
La frustración era evidente en sus ojos. Las ojeras marcadas me dicen de su mala noche, pero ya era medio día y él no se dignaba a salir de su habitación.
Bien, era una ridícula por comportarme como su madre. Sacarlo de su habitación era mi tarea. Entiendo su dolor y su impotencia, pero, por dios, es un hombre maduro.
—¿Qué quieres Tamara?—oh, bien, ahora soy Tamara—. ¿Por qué sigues aquí? Mierda. Debes estar en el hospital.
—¿Qué parte de que quiero estar con ustedes no entiendes? Valóralo, maldición.
—Yo no te pedí esto—él realmente estaba molesto por mi presencia—. No arriesgues tu salud por mí.
—Cállate tonto—golpeo su pecho no siendo agresiva, sino más bien como un cariñito infantil—. Quiero estar contigo Blake, no diré nada si no quieres, pero déjame estar a tu lado como lo hicieron tus hermanos. No me rechaces.
Dormir con dos de ellos y con una herida en el hombro no fue lo más cómodo del mundo. Ambos terminaron haciéndome sándwich, pero no del sabroso y húmedo, si no del tierno que solo conlleva abrazos y caricias lindas. Salí de esa habitación con la glucosa por los cielos de tantas muestras dulces de su parte.
Ahora me tocaba mimar a mi niño Blake.
Exhaló.
Tuve la victoria cuando decidió darse media vuelta y se tiró en la cama de nuevo.
Seguí sus pasos y me recosté de medio lado cara a cara con él. Sus ojos se cerraron como un reproche por mi imprudencia. Claro que no iba a mirarme, estaba molesto. Entonces me pegué a su cuerpo y lo abracé siendo cuidadosa de mi herida. Su cara se escondió en mi pecho cuando tomé una mejor posición.
Mis dedos peinaron las hebras de su cabello azabache. Olía delicioso, Blake era muy limpio. Después froté mi mano en su espalda y le hice mimos todo el tiempo. Quizás quince minutos hasta que rompió con el silencio.
—Gracias por estar aquí ojitos—sonreí, amaba ese apodo tanto como pecosa y rojita.
—Eso es lo que hacen las novias, ¿no?—asintió en silencio.
Cuando por fin cedió en abrazarme, me apretó fuerte contra él. Su cuerpo se tensó y pequeños espasmo me advirtieron que Blake lloraba. Era tan firme en esconder su rostro de mí, posiblemente se sentía avergonzado por ello, pero realmente no iba a juzgarlo por llorar.
A pesar de ser amigos de siempre, jamás se tomó la confianza para llorar frente a mi o escondiéndose en mi pecho como ahora. Es evidente el dolor en su voz, la impotencia en su cuerpo tenso y rígido. Hanson no tiene perdón.
Estaba segura que ellos jamás lo dejarían pasar.
—¿Por qué no dijo nada?—cerré los ojos ante su voz rota —. ¿Por qué no confió en nosotros? ¿Por qué se quedó con él?
—No tengo las respuestas Blake. Pero supongo que tuvo que ser una razón de peso.
—¿Qué razón de peso? Nada puede ser tan importante como para soportar años de infierno con ese hombre.
—Al principio esa razón de peso eran ustedes tres. Tendrías respuestas si hubieras hablado con ella en lugar de cegarte ante tu dolor.
Lo dijo Jake, Blake se negó a hablar con su madre segado por el dolor y la ira. Comprendía su enojo y la rabia que contenía dentro de él, pero era creyente de que si hablaba con su madre podría comprender sus razones. Tendría las respuestas a esas preguntas que yo no puedo responder.
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Tamara Por Tres.
RomanceRecibir una herencia fue algo que jamás esperó por parte de su jefe, pero su contenido y una cláusula especifica la harán someter todo lo que quería y creía en ese momento. Obligada por el profundo agradecimiento a Mason Russell, Tamara acepta esa c...