Los días pasaban y solo estaba pendiente de su llamada. Había muchas veces que me escribía que no podría llamarme hasta la madrugada, me quedaba despierta solo para escuchar su voz, aunque fueran unos cortos minutos. Aun intentaba sacarle información de donde se encontraba pero para mí mala suerte siempre se negaba, me decía que pronto volvería y que me contaría, pero para su mala suerte mi paciencia y su tiempo se estaba acabando, no quería depender de él y de estar esperando a su vuelta como una estúpida para que me cuente donde y que estuvo haciendo todo este tiempo que me estuvo ignorando.
Definitivamente había decidido hacer eso yo también, cada vez que me llamara colgaría o mejor dicho, respondería pero después dejaría el teléfono en cualquier lado y seguiría haciendo cualquier otra cosa. Quería que se sintiera ignorado como yo me sentí durante un jodido año en el que solo sabía por sus padres.
Desde que decidí ignorarlo tenía que mantener mi atención en otra cosa y como los niños se pasaban el día fuera de casa y hasta la hora de dormir no volvían pues yo empecé a salir, a buscar nuevas compañías. Salía de fiesta, bebía y mucho la verdad, pero no me importaba, por un rato me lo pasaba bien y se me olvidaba su estúpida cara y su voz.
Los días pasaban y cada vez pasaba menos tiempo en casa, siempre dormía hasta tarde y después de la hora de comer mis amigos venían a buscarme y nos dirigíamos a casa de alguno que estuviera vacía y así hasta la noche; después nos dirigíamos a alguna fiesta en alguna casa o a alguna discoteca, después de horas, casi cuando era hora de desayunar ya, volvía a mi casa y entraba en mi habitación con mucho cuidado sin hacer ruido, cosa que casi nunca conseguía ya que mi madre siempre salía de su habitación y me miraba con unos ojos amenazadores y los brazos cruzados en su pecho.
Parecía que ya se estaba hartando de mi actitud, pero ella no me entendía, no sabía nada de las llamadas de Kian y no pensaba contárselo, si todos me ocultaban información, que les hacía creer que yo les daría información a cambio de nada?
Las cosas parecían ir a peor pero no me daba cuenta, cada día alejaba más y más a mi familia de mi hasta el punto de que apenas veía a mis hijos, no los sentía míos, aunque parecía que eso me daba igual porque mi actitud frente a ese cambio siguió siendo el mismo, hasta que un día en una de las fiestas me pasaron algo que nunca pensé que llegaría a mi vida. Sabía que en aquellas fiestas la droga era la mayor razón por la que ir, pero nunca la vi cerca mía, simplemente parecía que mi cuerpo era un imán que rechazaba esas sustancias y obligaba a tirarse hacia atrás alejándose de mí, pero aquella noche fue diferente; estábamos todos sentados alrededor de una mesa, sentados en el suelo, mis amigos y alguna que otra persona más estaban todos felices, riendo, bailando...y al segundo alguien saco una bolsita con algo blanco en su interior y me la tiro, mis reflejos me hicieron cogerla al aire.
Note como la mirada de todos se fijó en mí, al parecer puse una cara no muy agradable cuando vi el contenido, no era estúpida, podría ignorar el hecho de que a mi alrededor siempre se consumía droga; y en que fiesta no? Pero no podía ignorar el hecho de que ahora todos me miraban preguntándose qué haría, que tenía aquella bolsita en mis manos y no sabía si abrirla y hacer lo que se suponía que debía hacer con aquel polvo, tirársela de vuelta, dejarla encima de la mesa negándome o irme de la fiesta.
Pensé que por una vez no haría daño a nadie, y que confundida estuve...esa primera vez fue la primera de muchas, la primera de la huida de mi mundo, de mi escapatoria. Al principio fue algo para divertirme, para integrarme mejor al grupo de personas a las que ahora llamaba amigos, pero empecé a necesitar más y más de aquello a medida que pasaba el tiempo y la verdad que me asustaba.
Mis estados de ánimo cambiaban rápidamente, al momento de tomarla me sentía genial, muy animada, eufórica...pero a las horas llegaba la depresión y el pensar en todo hasta llegar a mi punto más bajo. Tenía momentos en la que la agresividad era parte de mí día a día, algunas veces incluso tenían que llamar a mi hermano para que me sacara de casa porque al parecer les daba miedo. Muchas veces pedía perdón, muchas otras volvía a por ropa y simplemente me largaba a casa de amigos y pasaba días e incluso semanas, ellos me comprendían, vivían en mí mismo mundo y no se alteraban, sabían cómo tratar conmigo en aquellos casos. No negare que había peleas en las que me veía involucrada, con tipos más grandes e incluso más fuertes que yo, pero me daba exactamente igual. Había sido ingresada en el hospital varias veces por huesos rotos, heridas abiertas que necesitaban puntos, contusiones no muy graves y siempre con la misma reprimenda por parte de mis padres, aunque siempre volvía a las andadas.
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El dolor con amor se cura ©
RomanceAlison, una joven que está en último curso del instituto, atraviesa una mala etapa después de que su novio Ángel, con el cual había estado casi toda su vida sufriera un trágico accidente de coche después de discutir con ella y falleciera. Ella cree...