Cap 12.

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Digamos que sí, lo había hecho.
Había sobrevivido a los días que restaban para llegar justo a este momento, en el que me quedaría sin uñas.
Y diablos, en serio estaba nerviosa, lo admito.

Luego de llegar de casa de Jeremy, Taylor insistió en llevarme a comer unos helados y dejarme rentar una nueva película de terror, incluso ofreció pagar por una ronda de Coca-Cola, sólo para hacerme sentir mejor, pero fue infinitamente imposible.
Josh había colmado mi paciencia y a pesar de que dije lo que realmente sentí, el cabello de mi mejor amigo aún necesitaba ser enredado en mis dedos.
Lo lamentaba por él, pero en momentos como esos, tenía que desquitarme con algo.

Luego de que el desagrado en mi lengua se esfumara casi en su totalidad, pude entonces llegar a mi casa y reposar un rato antes de irme a trabajar.
Bien, las cosas fueron tranquilas esa noche en Brossbar, y la única acción que tuve fue separar a gritos a dos sujetos con complejo de hermanos Gallagher, quienes sólo se fastidiaban sin llegar a un acuerdo más que aventar botellas hacia el otro.
Bueno, no duraron mucho, alguien tenía que abrir la boca y aturdirlos hasta hacerlos huir.

Pues el día siguiente no fue muy lejano a ese. No porque fuese el que le siguiera, si no porque, por gustos de este universo que me "quiere tanto", mi mañana, tarde y noche fueron monótonas. Limpieza en el hogar, ver televisión, escuchar música e ir al club. Sólo eso.

Todo eso, nos lleva a este momento, justo ahora, en donde mi estómago no dejaba de rugir con nervios, y mis piernas temblaban con ansias.
Me estaba mirando en el espejo por última vez, antes de llamar a Taylor para avisarle que pasara a recogerme e ir a la fiesta que Billie Joe me había invitado.

Después de una hora y media, buscando en los lugares más recónditos de mi nada recóndito armario, finalicé por tomar la decisión de vestirme con un vestido negro a la altura de mis muslos, con un pequeño escote en corazón, que se ajustaba por completo a mi figura, más unos tacones verdes con un extraño estampado de una especie de alienígena o monstruo.
Opté por dejar mi cabello en una especie de desorden que mantuviera ése estilo de No-me-gusta-arreglarme-tanto-pero-me-han-obligado, dejándolo suelto y liso, haciendo que mi flequillo ocupase el lugar de siempre y las capas dieran detalle.
Completé aquella apariencia con el delineado de "gato" que siempre acostumbraba a usar, más un degradado en negro y tonos oscuros de marrones, que afilaran mi mirada. Brillo, rímel, polvorete hicieron el resto.

Así que eso, indudablemente nos confirmaba que sí; ya estaba lista.

Cogí el teléfono finalmente y oprimí los botones que harían que el celular de mi mejor amigo sonara, y efectivamente luego de un par de timbres, escuché su voz;

-¿Ya estás lista?

Tomé aire.

-Sí.

-Bien, estoy allá en diez minutos.

Taylor, como siempre, era fastidiosamente puntual, por lo que en nueve minutos ya pude escuchar el sonido de la corneta de su auto resonar en todo mi vecindario.

-¡Jesús, son las ocho de la noche, rulos! Los vecinos van a matarme.

Él se encogió de hombros al verme salir por aquella puerta, guardando las llaves de la casa en mi bolso de mano y sonreí ligeramente, caminando hacia él.

-Es viernes, la mayoría debe estar loco si duerme a esta hora.

Rodé los ojos y asenti, recordando el glorioso día de descanso que me concedió mi jefe hoy. Pues, como era muy fan de Green Day -pero más fan del dinero- dejó que fuese a esa fiesta y faltara al trabajo hoy, con la condición de que le preguntase al mismísimo líder de la banda, si podrían presentarse de nuevo en el club.

Interlude; She.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora