Cap 5.

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Salí finalmente de aquel rincón media hora después.
Había conseguido escribir algunas ideas para algún nuevo tema, pero sólo eran eso; ideas. Había conseguido desahogarme, al menos. Había conseguido liberarme un poco de él... Y de todo, en realidad.

Me percaté antes de dar un paso más, fuera de la cocina, de que Josh ya no estuviese cerca. Me parecía increíble que aún tuviese las descaradas agallas de perseguirme hasta dentro, dónde él no tenía permiso a estar. Ni mío, ni del personal.
Pero él siempre fue así; Un imbécil egoísta, aunque estuviese muy ciega en aquel entonces para no saberlo, o aceptarlo.

Gracias a Presley que ya había dejado eso atrás.

Busqué estar frente a un espejo y retoqué mi maquillaje, luego de limpiar mi rostro. Odiaba cómo la piel de prácticamente toda mi cara se enrojecía al llorar. Odiaba tener que ocultarlo con base. Odiaba tener que esperar unos minutos porque ni el polvorete lo disimulaba. Odiaba llorar. Punto.

Escuché entonces el gran volumen y estruendo de las luces cuando me dirigía hacia la barra, pasando entre la multitud ya presente en el club. Apoyé mis codos en la superficie y llamé a Mónica con mi mano en alto, quien me correspondió al tercer intento dado a lo ocupada que se encontraba, no porque yo era baja. No.

-¿Algo nuevo por aquí?

-¿Además de que acabo de hurtar cincuenta dólares de un asqueroso viejo verde?

Rodé los ojos sin evitar reír. Ella continuó hablando;

-Pues...-lo pensó un segundo y fue cuando abrió sus ojos como platos, inclinándose hacia mí- Mis fuentes dicen que...¡Han visto a Billie Joe escabullirse dentro del club!

Hice una mueca al escuchar aquello y algo en mi estómago dolió.

-¿Y qué rayos hacía él aquí?

Mónica se encogió de hombros.

-Nadie sabe, pero sí que se veía bien.

Asentí. "Claro, seguro se fue con una de sus putas y sólo buscaba una noche de diversión con ella". Otra vez, sentí ésa molestia en mi barriga.

-Como sea...-acomodé mi flequillo y traté de cambiar el tema- ¿Orden?

Mónica elevó una comisura de sus labios y me tendió una bandeja llena de cerveza.

-Mesa diez...-antes de irme, ella tomó mi mano libre- Oye, Hayls, ¿Harás algo mañana por la mañana?

La miré algo confundida.

-Creo que pasaré por la tienda de discos, ¿por qué?

Ella me observó con decepción en sus ojos y suspiró.

-Necesitaba una niñera para mis sobrinos, tengo que cubrir el turno de las nueve.

-¿Ahora abrimos a las nueve de la mañana?

Mónica hizo un ademán de fastidio con su mano.

-Locuras del jefe. Ya está algo viejo.
Solté una pequeña risa.

-¿Mesa diez?

-Y luego te espera la doce, querida.

Abrí un poco mis ojos, haciendo con mi boca una mueca de pereza y luego le sonreí, mientras ella asentía dándome la razón. No importa cuán cansado estabas aquí, no podías dejar que el cliente lo supiese.

Interlude; She.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora