Cap 15.

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"Pareces un jodido marica...".
Esa era la maldita frase que mi consciencia no dejaba de repetir como jodida alarma de madrugada, en mi cabeza.

Se supone que era domingo por la noche, pero honestamente ni sabía si ya era de tarde o comenzaba a olvidar el significado de las horas.

Sólo estaba consciente de que me había pasado lo que restaba de mi sábado y parte de aquellas horas últimas del domingo, tratando de escribir una canción que no se dignaba a surgir.
Lo tenía todo; Blue estaba sobre mi regazo, mi cuaderno a un lado junto al lapicero, incluso un vaso de agua por si llegaba a darme sed y un cojín para que el dolor que el suelo provocaba en mi trasero no aumentase.

Tenía la jodida idea, pero cuando buscaba comenzar a escribir o tan sólo crear una melodía, no podía.
Porque mierda, en todos lados estaba ella. Y una vez que la pensaba, no lograba concentrarme.

Aquel beso... Aquel maldito beso, fue mi perdición.

Había imaginado varias veces cómo sería sentir su boca sobre la mía, incluso en otras partes de mi cuerpo, honestamente. Pero aquello definitivamente superaba todas mis expectativas.
Aquellos jodidos labios eran un manantial de dulce veneno; Carnosos como la mejor de las presas, rojos como la sangre, suaves como canto de querubín y sigilosos como cobra.
Al besarlos, me creí perdido por completo, jodidamente perdido. Pero de pronto, ella cambió el juego. De nuevo, ella superó toda idea previa que me había hecho.

Sus labios se abrieron para mí y entonces surgieron aquellos gemidos que mierda, me tomaron directo al mismo paraíso. Era música para mis oíos, la mejor de todas.
Su piel entre mis dedos encajaba tan bien que estuve seguro que estaba hecha para ser probada por mí, para ser sólo para mí.

Toda ella era un delirio, debía ser un puto tabú su existencia.
Creí haber estado bajo una especie de laberinto sin salida.
Creí haberme metido en una maldita utopía del mismo cielo.

Y cuando comenzaba a imaginarla bajo mis sábanas, a visualizarla alrededor de mis caderas, gritando mi nombre, sintiendo y saboreando todo su glorioso cuerpo...

...Me detuve.

No podía hacerle daño a ella.
No podía convertirla en uno de mis rápidos polvos.

No podía repetir lo que estaba haciendo desde hace ya mucho tiempo.

Y es que, en realidad, nunca le había hecho el amor a alguien.

Sólo follaba y eso era todo.
¿Involucrar sentimientos? ¡Ni por la mierda!
Si dejabas que tus emociones se metiesen contigo bajo las sábanas y una chica, entonces todo se complicaría.
Ella se enamoraría de ti, o tú de ella. Y entonces te involucrarías en una maldita prisión sin barrotes, que es mucho peor que la de las cárceles comunes, ya que esta te daba la imagen y sabor de la libertad, pero no podías acercarte a ella.

Así que por ello simplemente eran buenos polvos cada mujer a la que veía o conseguía atractiva, pero nunca las veía como algo más.

Hasta que llegó Hayley Williams, y todo comenzó a dar vueltas sin sentido, logrando que vomitara hasta la última gota de conocimiento sobre las cosas de mi mundo.

Ahora sólo la veía a ella como la perfecta y absoluta.
Ahora sólo era ella.

Y santa mierda, no podía dañarla, o entonces jamás lograría perdonarme.

"Ahí está... Otra vez hablando como una marica".

Suspiré al escuchar a mi consciencia y me levanté de pronto, dejando a Blue en su lugar.
Ya me había cansado de oír aquel maldito comentario por parte de mi mente, y no iba a darle el gusto de que continuara tratando de dañar mi ego.

Le demostraría quien era el puto marica ahora...

...Y definitivamente un buen polvo ayudaría en ello.


Llegué a uno de los bares cercanos a mi vecindario, y por cercano me refería a lejano-pero-no-insoportablemente-lejano-para-conducir, decidido a olvidarme de todo por una noche.

Tal vez ayudara a refrescarme física y psicológicamente, y así lograría escribir la canción. Tal vez ayudara a distraer a mi jodida consciencia y hacerle callar la boca.
Pero honestamente, quería ver si aún quedaba algo de ese Armstrong, que aún hacía lo que se le diese la gana, cuando quisiera.

Quería ver si la pelirroja no me había atrapado por completo, y aún quedaba algo de mí, que al menos creía conocer.

Llegué a la barra y de inmediato ordené una cerveza. No quería estar tan ebrio esta vez, más bien estar consciente para cuando pueda tocar traseros y besar senos.
Quería recordar para la mañana siguiente, lo bueno que es sentir cualquier cuerpo femenino, y no sólo uno en especial...

-¿Solo, guapo?

Bingo. Ni si quiera tuve que moverme de mi taburete.

Giré mi rostro y vi a una chica con unos jodidos grandes pechos mal ocultos en un escote, y unas piernas magníficas, aunque no tan largas. Sus ojos eran azules y vestía un ceñido vestido negro, que hacían que su maquillaje oscuro y cabello largo la hicieran lucir más sensual.
Era rubia, de mis preferidas para hacerlo rápido y rudo.

Correspondí a su sonrisa llena de malicia, y deje la cerveza sobre la barra, mirándola de arriba hacia abajo sin disimular.
Con estas chicas ni si quiera debes ser educado, ellas quieren que las hagas suyas y ni si quiera tratan de esconderlo.
Eran...cómo decirlo sin sonar tan idiota... Putas.

-Podemos cambiar eso si lo deseas así, preciosa.

Respondí, y alzó su ceja, sin dejar su sonrisa de lado.
Hablábamos el mismo idioma, era obvio.

-¿Qué sugieres, cariño?

La rubia mordió su labio inferior, jugando con un mechón de su cabello mientras cruzaba sus piernas. Era un maldito gesto tan cliché, pero jodidamente tentador.
Alcé mi barbilla y la miré a los ojos.

-¿Por qué no nos vamos al callejón?

Ella ensanchó su sonrisa. Era de esas que no les importaba el lugar, ni la situación, sólo lo bien que lo haga. Lo sabía. Eso me gustaba; rápido, sencillo de conseguir, sin pretenciones.

-Vamos...

Dijo levantándose de su asiento y yo hice lo mismo, dejando unos billetes sobre la barra. Esto iba a ser bueno.

La rubia se hizo paso entre la multitud de la pista de baile, moviendo sus caderas con provocación mientras se dirigía hacia la salida del lugar.
Tenía un trasero perfecto, artificial definitivamente, pero útil.

La noche estaba fría en el exterior, pero la silueta de aquella chica empezaba a hacer que la temperatura no fuera tan molesta.
Las calles estaban casi desiertas, y el ambiente contenía un silencio indicado para estos momentos.
Joder, quería hacerlo ya. Lo necesitaba.

La muchacha se detuvo al llegar a las paredes poco iluminadas del callejón al lado del bar y se apoyó en la pared, mirándome con picardía.
Escabullí una de mis manos en el bolsillo de mis pantalones y ahí estaba un preservativo, listo para servir.
Era hora de comenzar.

Una de las comisuras de mi labio se alzó, mientras me acercaba hacia la rubia cuyo nombre desconocía, y me detuve a escasos centímetros de sus labios, cuando ella abrió los suyos para buscar los míos.
"Lo lamento, nena, pero no suelo besar a mis polvos".
Deslicé una de mis manos por sus hombros, cuando la otra tomaba con firmeza su cintura, para acercar su vientre hacia mi pelvis y hacerme notar.
Ella abrió aún más sus labios, soltando un pequeño suspiro. Haciéndome saber; Que le agradó sentirme.
Buscaba hacerle saber que me atraía, eso les fascinaba.

Aquellos dedos sobre sus hombros bajaron lentamente hacia los huesos en su pecho, para lentamente buscar la bienvenida que su escote prometía.
Continué mi r

Interlude; She.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora