Cap 14.

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Abrí mis ojos de pronto, encontrándome con un techo que no era el mío.
Deslicé suavemente mis dedos a través de lo que parecía ser la cama más cómoda del mundo. Y no era mía.
Giré un poco mi cabeza, pestañeando varias veces y varías lagañas jalaron levemente parte de mis pestañas, causando una punzada de molestia en la piel de mis párpados. Observé unas cortinas grisáceas detener una cantidad decente de luz, dándome a entender que era de mañana, pero aquellas tampoco eran mías.
Esta no era mi casa, claro está.
Era la suya.

-Billie...

Murmuré incorporándome de pronto, dejando reposar mi espalda en el cabezal de la cama. Imágenes volaron de repente por mi cabeza, recordando lo que había pasado la noche anterior, desde la fiesta, hasta aquel beso.
Parecía artificial esa memoria, era tan irreal que creí por un momento haberla imaginado. Pero no, sí pasó; Había besado a Billie Joe, y él había dejado una pista de la manera en que me veía.
Digamos que; Un hombre no haría aquello, detener y alejarse de un beso..
...¿Qué sujeto rechazaría a una chica para llevarla a su cama? ¡Ninguno! Ninguno sin una razón importante. Por supuesto, yo jamás hubiese llegado a esos extremos, menos ayer, y de la nada. No le hubiese entregado parte de mí a él, sin conocerlo del todo, sin ser algo lo bastante grande para otorgarle aquello.
Pero estábamos hablando de Billie, Joe Armstrong, quien era conocido como un Don Juan de ojos verdes y estilo punk. Hablamos del tipo a quien le pagan por acostarse con él, hablamos del chico a quien con sólo respirar ya las tiene de rodillas y en posición.
¡Diablos, ése es el Billie Joe que New York conoce!
¿Pero era el Billie Joe que yo llegué a presenciar ayer? Y si era así, ¿qué significaba eso de "No puede hacerme eso a mí" y "No me consideraba sólo un polvo"? Pues, debía admitirlo; Eso sólo me daba a entender, que él no me creía una simple chica más.

Por supuesto, tampoco me daba a entender que iba a ir a lanzarme a sus brazos, porque a pesar de todo; aún quedaban dudas, y mi pequeña alergia a ser lastimada. Por lo tanto, no iba a suicidarme enamorándome de este reconocido rompecorazones. No al menos estar segura que entre los dos, no sólo yo sentía esto. Y lo que sea que fuese 'esto', debía ser real.
Y ya era momento de admitirlo, ya me había cansado de negarlo con tanta resistencia.
Eran suficientes dudas, suficientes miradas, suficientes pensamientos y suficientes sensaciones.
Era suficiente tiempo, y suficientes causas para hacerme entender que sí, definitivamente sí me sentía atraída por Billie Joe Armstrong, y ahora al admitirlo, se volvía más fuerte.

Un golpe súbito se escuchó haciendo eco entre aquellas cuatro paredes de la nueva habitación en la que me encontraba, antes de que la puerta se abriese, dando paso a la perfecta imagen del chico de ojos verdes, que ahora hacía que aquel colchón temblara.

-Hola, preciosa...-dijo él entrando con paso pausado, hasta llegar a estar al borde de la cama, mientras mi corazón saltaba con cada pisada que me acercaba más a él- ¿Cómo has dormido?

Billie sonreía con aquella belleza innata, aquella que te hacía dudar sobre si habías cruzado las puertas del cielo, o el mundo al fin era un lugar mejor.
Correspondi dicha sonrisa, llevando mis manos hasta mi cabellera, para llevada por la intuición, arreglar un poco el desastre que debía encontrarse en mi melena naranja.

-Hola...-aclaré mi garganta y bajé un poco la mirada, evitando que saliesen los olores mañaneros- Sí, he dormido bien, ¿y tú?

El ojiverde sólo mantuvo su sonrisa, pero bajó esta vez la mirada un segundo, haciendo que una fina arruga apareciese entre sus cejas. Estaba pensando en algo que le había hecho una reacción no muy positiva, o al menos eso pesaba dado a aquel gesto.
¿Quizás recordó lo sucedido?

-¿Tienes que irte pronto?

Escuché aquella pregunta, al mismo tiempo que me encontraba otra vez con sus perlas verdes, y algo en mi pecho saltó esperanzado. Esto era lo que me temía; las esperanzas.

Interlude; She.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora