Cap 22.

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Dedicado a la ojos verdes más terca y hermosa que conozco.
Rebeca, me has brindado dolores de cabeza inigualables, pero sabes cómo curarlos con una sonrisa. Siempre.
Feliz cumpleaños, hermana.
    

 

      

  





  

 

    

   
El café de mi taza estaba tan quieto que casi pude reconocerlo como una fotografía.
Mis dedos sentían el calor emanar a través de la porcelana mientras envolvía ésta entre mis manos, perdiéndome en aquella imagen pacífica del líquido marrón ésa mañana.

El dolor en mi cabeza era infinitamente insoportable, y ya había descansado lo suficiente para que si quiera minimizara un tanto. Pero al parecer, no lo hizo.

Al igual que el recuerdo de lo que había sucedido la noche anterior.

Estaba segura de que me encontraba ebria, lo bastante para decidir ir a su casa a las probablemente tantas horas lejanas de la noche y cercanas a la madrugada. Sabía que lo estaba, estaba segura de mi aliento oliendo a alcohol y de mi seguridad al tomar un taxi y dirigirme a su estancia...
...Pero no sabía lo que vendría después.

-Maldita sea, Billie Joe.

Murmuré observando a aquellas rubias pasearse con sus cínicas sonrisas en mis pensamientos.
Dejé caer mi cabeza, mojando algunos mechones naranjas en la taza de café sobre la mesa, rindiéndome.

Tal vez era suficiente con el dolor en creces que sentía debajo de mi piel, como para estar empeorando mi estado con mis pensamientos masoquistas.
Pero era difícil no hacerlo.

Después de todo, lo que sentía por aquellos ojos verdes comenzaba a hacer mayor que todo lo que creía antes, ser posible.
Y el que él hiciera eso, luego de todo lo ocurrido simplemente era como si firmases tu boleto a la Tierra de los Suicidas.
Así de simple como chasquear tu lengua.

Por lo tanto el dolor no era una opción, ya estaba ahí, presente e innegable, dispuesto a no dejarme por lo que parecía una inexistente eternidad. Ahí estaba el dolor, no era una opción.
Pero sí lo es el tratar de olvidarlo por un tiempo.
Después de todo, cuando te duele una pierna, y prestas atención al dolor, lo sientes aún más, pero cuando encuentras una distracción, de pronto, disminuye.
Eso pasaba con el dolor, eso pasaba conmigo.
No iba a dejar de sentirlo, pero sí podría hacer que bajara la intensidad, hasta que desapareciera finalmente.
Como ya lo había hecho hace seis meses. Esta vez no sería así de difícil.

Mi reproductor volvió a colocar "Today's The Day" de Aimee Mann pero en esta ocasión decidí que era suficiente. Amaba esa canción, pero no iba a perder más lágrimas ese día.
Por lo tanto, "Falling Down" de Oasis era buena opción.
Distracción, de eso se trataba.

Interlude; She.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora