24 (editado)

2K 187 87
                                    


Hisashi notó como su hijo trataba de levantarse de la silla, por lo que se apresuró en hacer lo mismo.

-Descuida, iré yo-.

Caminó hasta la sala de estar y observó por el pequeño cristal de la puerta.

Era Bakugou.

No, no abriría.

-Largate-.

Pronunció en voz baja, si Izuku se enteraba que estaba Katsuki en su puerta, muy probablemente querría verlo.

-Hisashi-.

-Vete al carajo Bakugou-.

-¡Abre la puta puerta!-.

El joven golpeó la puerta con firmeza, no se iría hasta ver al de pecas.

-De una vez, deja en paz a mí familia-.

HISASHI! ¡Hijo de puta! ¡DÉJAME VER A MÍ DEKU-

Con impulso, golpeó su hombro contra la puerta, tratando de empujarla aunque sea un poco. Pero al retomar su postura anterior, la puerta fue abierta, dando a ver al mayor.

El hombre de cabellos blanquecinos abrió la puerta con fuerza, furia. Su mirada demostraba sus emociones en ese preciso momento, y no, para nada, no eran positivas. Tomó la tela del cuello de la camisa del menor entre sus dedos, lo acercó a su rostro para intimidarlo aún más, frunciendo su ceño a más no poder.

-Ya te lo he dicho, más de una vez. No volveré a repetirlo maldito bastardo-.

El menor trataba de soltarse de aquel fuerte agarre, sentía como su garganta se cerraba, asfixiandolo. Pataleaba, intentando llegar al abdomen del hombre, aunque fallaba miserablemente.

-Alejate de mí hij-

-¡Papá!-

Ambos hombres voltearon en la dirección del de pecas, este parecía realmente alterado.

-Déjalo papá-.

Una mirada suplicante, sus ojos vidriosos por ver aquella escena, pero aún así, Hisashi mantuvo su agarre, firme. Bakugou, con más fuerza, trató de alejar al mayor de su cuello. Su orgullo estaba en juego, Deku estaba mirándolo.

Su garganta estaba siendo apretada de tal forma que ya no podía respirar correctamente, por lo que, sin ya mucha fuerza, dió un puñetazo al rostro del hombre que lo estaba ahorcando.

-¡Te dije que lo sueltes!-.

El peliverde corrió hasta Hisashi, comenzó a golpear su pecho, aunque sin mucha fuerza. A penas había podido levantarse y correr desde la mesa.

El señor Midoriya, observó a ambos adolescentes, bajó a Bakugou y detuvo con sus manos las muñecas de su hijo.

-Pueden hablar. Es la última vez que podrán. Estaré en la cocina-.

Sin decir más, Midoriya cumplió su palabra, yendo hacía la cocina a pasos pesados. Estaba furioso, pero aliviado, porque su hijo ya no sufriría a mano de Bakugou. Todo iría según lo tenía planeado. Tras esto, todo iría mejor.

-Oe-.

El pecoso observaba directamente al suelo, con miedo de incluso respirar muy fuerte.

-N-no sé que d-

-Cállate-.

Sus labios se curvearon, y no en una linda sonrisa. En un gesto de tristeza, o sea, lo contrario. Porque cada palabra de Katsuki iba disparada a su pecho como si una flecha fuese. Porque sí le importaba su opinión. Porque si había dolido lo que dijo.

¿Cuánto más...? 《¿Katsudeku?》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora