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Izuku volvía a casa.

Estaba preparado para entrar y presenciar la casa completamente vacía, sumida en un profundo silencio, absorbida por la oscuridad, siendo dominada por la soledad.

Su madre trabajaba la mayor parte del tiempo, aquello era lo que sucedía al ser tan solo dos bajo ese techo. Bueno, ni eso. Él no podía aportar ningún tipo de apoyo para los gastos tanto de la casa como de su vida, así que su madre trabajaba por y para ambos.

Al estar solo, podía ahorrarse la mirada de preocupación de su madre, las excusas de como estaba en ese estado, con esa apariencia, pero por sobre todo, podía ahorrarse las curaciones dadas por su progenitora.

Solo una vez había cometido el error de curarse en el baño de la primera planta, y no en la segunda, la de su cuarto. Debido a aquella ocasión, jamás volvió a hacerlo, no volvió a cometer el mismo error.

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Al terminar de cruzar la puerta y dirigir rumbo a las escaleras, madre lo miró de arriba abajo, aterrorizada, como si en frente tuviese a un fantasma o ente paranormal. Podía jurar que de por sí su blanquecina piel estaba aún más pálida de lo normal.

Izuku estaba temblando, también, sorprendido y a la vez asustado, con el alcohol en mano, al igual que las gasas, pinzas, banditas, hilo y aguja.

Así es.

Katsuki Bakugou, más conocido por la mayoría como "Kacchan", había cortado el brazo de Izuku, una herida bastante profunda, profunda al punto de hacer que el pecoso se desmaye en medio de la calle para más tarde despertar en exactamente el mismo lugar. Ya que nadie lo había atendido. Todos hacían vista gorda y simplemente lo ignoraban.

Era el problema de vivir en un país donde situaciones así son casi cotidianas.

Se había desangrado por el nivel de gravedad de la herida, por eso a penas había llegado tuvo que curarla, a las demás simplemente las dejaba así pues no importaban, simplemente dejaba que se curasen con el paso del tiempo.

Más que cortar, cualquiera diría que lo había apuñalado, pues se podía apreciar la carne viva y el líquido carmín brotando todavía de su brazo pese haber pasado ya un tiempo de aquella cortada.

Ese día su madre había colapsado.

Se desplomó en frente de él, estaba inconsciente. Por lo que el peliverde la llevó hasta la cama de su habitación a rastras y tropezones con gran dificultad por sus heridas. Sin decir que su fuerza física también era casi nula.

Su madre no había visto todas las heridas. Agradecido por ello, prosiguió a llevarse el botiquín de primeros auxilios hasta su cuarto para poder curarse adecuadamente sin correr el riesgo de que la peliverde volviese a pillarlo.

Con las banditas, ocultar los rasguños, moretones, y una que otra leve cortada que llevaba. Con la gasa y alcohol desinfectó las cortadas profundas.

Luego, con mucho esfuerzo cosió las heridas profundas mordiendo un pedazo de tela para no gritar, pues no portaba el privilegio de poseer anestesia ni sedantes.

Dolía, obvio que dolía. Pero era tal su costumbre al ardor ocasionado por el alcohol y las puntadas de la aguja que ni se inmutó, lo siguió haciendo hasta terminar de coser.

Agradeció por sus adentros por el hecho de que su madre no había llegado a terminar de ver completamente lo que tenía en el cuerpo.

Un poco más abajo de su estómago se hayaba el nombre "Katsuki Bakugou" escrito, a ligeros cortes con un cuchillo. En su muslo izquierdo, las iniciales del mismo nombre, ''KB'' se encontraban allí. Sin contar las cortadas, moretones, y hematomas que tenía por todo el cuerpo.

¿Cuánto más...? 《¿Katsudeku?》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora