6.

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A Izuku no le permitieron darse de alta hasta dos semanas de haberse quedado en el hospital.

Ya sus heridas habían cicatrizado lo suficientemente bien y estaba mucho mejor. Su tono de piel era natural, ganó algo de peso, peso entre comillas normal, o más bien promedio, ya que estaba un poco desnutrido. Volvió a tener la apariencia de un adolescente común.

Inko planeaba que ambos salieran de la ciudad para poder irse a una pequeña cabaña en el bosque. La cual, había comprado para que el pecoso tuviera unas vacaciones memorables luego de su graduación. Sí, faltaban dos años y medio, pero quería tener todo preparado.

El doctor le dió el alta a Izuku y a escondidas de su madre le dió su medicina correspondiente, la que necesitaba tomar cada tres horas, para poder estabilizar su respiración, presión y azúcar.

Inko e Izuku fueron a casa. El peliverde respiró hondo y se dirigió a su habitación. Con muy pocas ganas, ya que su cuarto era un desastre la mayor parte del tiempo y tampoco tenía la necesidad de ordenarlo.

Armó sus maletas, con un poco de ropa, puesto a que Izuku no tenía demasiada realmente. Bajó las escaleras para encontrarse con su madre rehaciendo las maletas una y otra vez, una imagen graciosa de ver para el pecoso.

-Mamá ¿Estás lista? ¿O planeas que lleguemos mañana? Porque si sigues así es lo más probable---dijo colocándose las manos en la cintura e inclinadose hacia abajo para estar a la altura de Inko, dejando salir una pequeña risita por sus labios---.

-¡Es que..! Tantas cosas podríamos necesitar, ropa de invierno, por si hace frío, ropa de verano, por si hace calor, protector solar, botiquín de primeros auxilios, dinero extra, documentos y---la peliverde comenzó a balbucear, ahora pueden saber a quíen saco ese hábito Izuku---.

-Mamá, es una cabaña, no salimos del país---decía mientras colocaba suavemente su mano en la espalda de su madre-.

-¡No seas así Izuku!, muchas cosas pueden pasar-...

El peliverde rodeó los ojos, yendo a poner el equipaje en el baúl, como era un poco pequeño tuvo que jugar a acomodarlo. Su lado perfeccionista estaba feliz.

-¿Vamos?-.

-Sí---dijo, formando una sonrisa que haría a cualquiera sonreír también, ese era uno de los dones de Inko---.

Se abrocharon los cinturones y partieron. El viaje era de aproximadamente unos cuarenticinco minutos en auto, si es que no había tráfico y los semáforos estaban a su favor.

Izuku empezó a sentir mareos luego de quince minutos de viaje, calculó que era porque no viajaba seguido o simplemente por el hecho de haber estado empotrado en la camilla del hospital por casi tres semanas.

De un instante a otro, comenzó a toser. No ligeramente, no. Sentía que podría simplemente escupir todos sus intestinos por la fuerza con la que tosía. Inko no tardó en prestar atención a lo que sucedia, vío que Izuku cubrió su boca con la palma de su mano, y luego, esta salía manchada con sangre. El líquido manchó el suelo del auto.

En ese mili segundo donde los peliverdes se observaron, Izuku gritó.

-¡Mamá, al frente!-



***



Abrió los ojos lentamente, sentía todo su cuerpo pesado. Una vez que su vista se normalizó pudo notar, que todo estaba de cabeza. Literalmente.
Miró a los lados en busca de su madre, y allí estaba.

¿Cuánto más...? 《¿Katsudeku?》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora