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Ya era de mañana. Exactamente quince minutos antes de la apertura de las puertas escolares, no quería poner un pie fuera de su casa. Si es que aún podía llamarla "su casa". Pareciera ser un sitio en dónde comía y dormía, desde la ausencia de su madre aquel lugar no era más que un mero edificio para él.

Podría llamarlo hogar, un sitio donde recuerdos y momentos nuevos se creaban, especiales y memorables, llenos de amor y cariño familiar en su mayoría. Pero ahora, sin su madre, era una mera visita entre aquellas paredes, el significado de aquel lugar ya no era nada más que un techo para vivir, ya no se trataba de un hogar, tan solo...una mera casa.

Sostenía los sujetadores de su amarillenta mochila, con el corazón latiendo a mil por hora. Sus piernas temblaban y flaqueaban, impidiendo que pudiese estar firme ante la puerta. Un día más sin comer, no sabe como aún su estómago no ruge debido al hambre, aunque tampoco quiere averiguarlo.

Sus manos tiemblan de manera que cualquiera diría sería exagerada. Recordar los sucesos del día anterior erizaban sus vellos corporales, provocaba escalofríos en su columna y provocaban que su garganta se secase.

Pese a que solo faltaba que diera un paso más al frente para poder salir de su casa, le estaba costando como si fuese la opción entre vivir o morir. Aunque, planteandolo de ese modo, sí pareciera que si salía iría directo a la boca del lobo, aunque no podía permanecer entre lor muros de su hogar durante toda la vida. Ya había ocurrido que sus "bravucones" fueron a buscarlo a su casa. Podían ir y sacarlo de ella tranquilamente.

Dió unos profundos suspiros armados de valor, o bueno, que querían armarse de valor. Su pecho subía y bajaba algo irregular, aún su cuerpo demostraba claros gestos de nerviosismo previo. Un último suspiro y un último movimiento, abrió la condenada puerta y dió exactamente una pisada en la alfombra de bienvenida para que su cuerpo fallase y terminara sostenido por el marco de la puerta.

Una vez había retomado el equilibrio y se había puesto en marcha, al oír aquella voz tan reconocida pensó en huir pese a que sea grosero.

-Izuku-...

Subió su mirada con los labios apretados, dió un corto suspiro para enderezar su cuerpo y desviar la mirada al suelo como usualmente hacía.

-buenos días, Mitsuki-san-...

-ten, te traje esto. Por favor aceptalo, no es mucho pero es lo que pude reunir en este tiempo, te daré mas o menos lo mismo por semana.. por favor, Izuku, aceptalo-.

La mujer le extendió un sobre, asumió sería de dinero, lo pensó varios segundos. Era muy cruel de su parte aceptar el dinero de Mitsuki, pero pronto vendría la fecha de impuestos de la casa, las facturas del agua, luz, gas.. y la comida comenzaba a acabarse, necesitaba ese dinero, era una opción bastante factible desde ese punto, el dinero hacía falta, peor sería que le quitaran lo que formó su vida siempre, su hogar.

-se lo agradezco, Mitsuki-san-...

Hizo una leve reverencia y guardó el dinero en su mochila, "se lo quitarán". Quizás, pero podría servir para que no lo obligaran a hacer.. lo que sea que querían hacer con él. Podía ofrecer el dinero pues esa era la razón de la tortura que estaba por enfrentarse, los pagos de la casa podían esperar.

Poco después y luego de poca charla, Mitsuki lo dejó para que podase asistir a la escuela. Oh, quería irse a la mierda. Caminó hasta aquel edificio el cuál era su tumba, pensando en que tal vez debería volver a casa, dejar la escuela e irse a otra, después de todo un par de horas de viaje no pueden compararse a la tortura que pasaba en aquel sitio, si bien la otra preparatoria quedaba a horas de su hogar, podríahacerlo igual. Si tan solo pudiese.. sin tutor, no puede hacer nada, sigue siendo un menor de edad varado en la nada misma.

¿Cuánto más...? 《¿Katsudeku?》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora