22 (editado)

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-Jamás podré perdonar todo el daño que mi hijo a hecho a tu familia, Izuku-.

-Pero él-

-No, ya basta. Tú no lo conoces-.

Sintió una punzada, en su pecho. Recordó que debía tomar la pastilla, palpó con sus dedos sus bolsillos, no estaban allí. Probablemente se habían caído en el trayecto, cuando Kacchan lo traía.

Trató de regular la manera en la que respiraba, si se ponía nervioso peor sería el dolor que sentiría.

Quería estar con Kacchan. Necesitaba verlo, necesitaba tocarlo.

Mi pie chocaba contra el piso de madera de mi cocina, cruzada de brazos veía como las rodillas de Izuku temblaban. ¿Cómo es que este niño pudo aguantar tanto sufrimiento?

¿Cómo es que yo no he hecho nada para evitar que esto suceda?

Tengo que tomar las riendas de la situación. Es ahora, o nunca. Es por Inko. Por mi mejor amiga de la infancia.

-Katsuki ya no quiere verte-.

Lo siento, Izuku.

-Mientes-.

-No miento-.

-Mientes, él no-

-Él me lo ha dicho durante toda su vida. Te odia, Izuku-.

Veo el mento exacto en el que su corazón parece quebrarse. Sus ojos se cristalizaron en un segundo, y sus lágrimas volvieron a salir con intensidad.

-No te creo-.

-Dices eso aunque estás llorando-.

-Duele que me lo digas tú. Creí que me querías, señora Mitsuki-.

Carajo. Eso dolió.

-Te quiero, y por eso te lo estoy diciendo. Te odia, desde siempre. ¿Por qué te habría hecho todo lo que te hizo si te hubiese querido alguna vez?-.

No pudo soportarlo, corrió. Corrió desde la cocina hasta la sala, para subir las escaleras, tropezando con uno que otro escalón. Al llegar a la habitación, con miedo abrió la puerta. El rubio cenizo se encontraba recostado en su cama, se sorprendió al oír el portazo.

Y entonces, Izuku se balanceó hacía él. Lo abrazó. Mientras Katsuki se levantaba, él sollozaba.

-Kacchan, Kacchan, tú no me odias ¿No es así?-.

En ese momento, al estar de espaldas, no vió las señas amenazantes que Mitsuki le hizo a su hijo, y al oír la voz de Kacchan, sintió todo el mundo que había formado en este corto lapso de tiempo, desmoronarse.

-¿Quíen te ha dicho eso?-.

Una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Sus brazos de inmediato dejaron de abrazar a su contrario, y retrocedió, retrocedió hasta chocar contra una de las cuatro paredes de la habitación.

-La señora Bakugou... Yo.. yo no quise creerle-.

Sus lágrimas parecían quemarle las mejillas, sentía que el agua salada estaba hirviendo, quemaba su piel. Sus piernas temblaban, sus rodillas eran inestables. Se sostenía de la pared con su torso y manos apoyadas en ella.

¿Cuánto más...? 《¿Katsudeku?》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora