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Suspiró. Sus ojos dieron un leve giro, y caminó con lentitud hasta el viejo teléfono.

Al tomarlo en su mano, tomó aire y dejó salir su voz.

-¿Hola?-.

-Izuku-.

Un rápido suspiro salió de su boca, sus ojos se abrieron dando un gesto sorprendido.

-¿Mamá?-

Su corazón se aceleró, esa era su voz, era su madre, era la voz de su madre, a través del teléfono.

-Izuku-.

-¿Mamá eres tú? Mamá-..

Sus rodillas temblaron, cayó. El cable del teléfono estaba en su punto de quiebre, estaba al máximo. Sus ojos ardieron al no poder llorar. Apretó con tal fuerza sus puños que sus uñas se clavaron en la piel de sus palmas provocando un ligero sangrado.

-Mamá te extraño. Vuelve, vuelve conmigo por favor-.

Una pequeña lágrima se deslizó por su mejilla para terminar en sus labios, dándole un tenue gusto salado. Sentía su pecho comprimirse, nuevamente. Su mano derecha viajó a su corazón, o al menos, la parte en donde se encontraba, apretando la piel que lo cubría.

-Mamá, no tenías que dejarme solo-.

Su voz apenas salía de su boca. A penas podía hablar. Un nudo enredaba su voz, el dolor que sentía en su pecho estaba interfiriendo en sus pensamientos.

-Izuku-.

-¿Qué mamá?-.

Un hilo de voz tan agudo y bajo salió de su boca que a penas podría escucharse.

-Despierta, Izuku-.

Una fuerte punzada en su cabeza provocó que el teléfono se le cayera de las manos y chocara repetidas veces contra el muro. Sostuvo su cabeza con ambas manos, arrancó su cabello, se arrodilló en el suelo.

El dolor era insoportable. Gritó, sentía que su garganta saldría de su cuello.

Sentía un olor.

Un olor familiar. Olor a hospital, medicinas.

Se tiró de costado, en posición fetal. Abrazó su propio cuerpo, siguió gritando mientras lloraba. Si podría llamarse así a los sollozos y algunas lágrimas que sus ojos soltaban.

Sus ojos estaban cerrados. Pero podía ver. Podía ver una habitación, ya había estado ahí. En sus sueños. Uno de ellos, uno de ellos tenía una habitación así.

Se puso boca abajo, tratando de arrastrarse hasta la sala de estar.

Había alguien ahí. Vió aquellos zapatos tan familiares, subió su mirada, hasta hayar la contraria.

Era su madre. Su madre, ensangrentada.

Tenía aquella barra de metal atravesando su estómago. Su piel estaba pálida.

Su sien estaba cubierta de sangre, el mismo líquido carmín chorreaba de su abdomen, manchando el suelo.

Su ropa estaba rasgada, sucia. Sus manos estaban descuartizadas, sus dedos, destruidos, podía ver incluso los huesos de estos.

Su mirada.

Reflejaba la muerte misma.

La sangre se detuvo, sus oídos zumbaron, sintió agujas clavándose en su cabeza, miles de ellas.

IZUKU DESPIERTA!-

Escuchó la puerta. Giró el rostro en su dirección, la observó. Volvió a ver a aquel punto, donde se encontraba su madre. No estaba.

¿Cuánto más...? 《¿Katsudeku?》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora