2.

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Se propuso arreglarse lo más que podía (y como podía) en tan solo diez minutos. Puso en su celular un temporizador que le avisaría cuando el tiempo que tenía llegara a su fin.

Lo primero que hizo fue sacarse la ropa, desvistiendose en su totalidad con la excepción de su ropa interior, siendo el primer pensamiento que llegó a su al verse;

Doy asco.

Buscó debajo de su cama el botiquín de primeros auxilios, pero para su mala suerte este estaba prácticamente vacío. Olvidó recargarlo días anteriores. A duras penas pudo encontrar algunas banditas, así que cubrió sus cortadas más pequeñas con ellas.

Eligió ropa decente, la cual consistía en unos shorts negros, su típica playera celeste y por encima una polera de color blanco, la cual era de manga larga.

Miró la hora y aún faltaban cuatro minutos para bajar al primer piso. Como si su vida dependiera de ello comenzó a buscar desesperadamente entre sus cajones, para luego ahogar un grito de felicidad en su garganta al encontrar su corrector de ojeras.

Ustedes dirán

¿Qué clase de chico tiene maquillaje escondido?

Pues, al volver a casa mayormente lastimado y poco presentable, hablando de apariencia, claro está, el maquillaje muchas y demasiadas veces fue su salvación.

Se miró al espejo de cerca y con cuidado comenzó a maquillarse.

Tomó un poco del producto en sus dedos y con cuidado comenzó a desparramarlo en las grandes bolsas que decoraban sus orbes verdes. Habían tomado un poco de color gris al colocar el producto, pero una vez el maquillaje se fundió en su piel, el tono oscuro que portaba por debajo de sus ojos había casi desaparecido. Casi.

Al acabar, rápidamente con sus manos trató de arreglarse el cabello, peinandolo un poco entre sus dedos. Algo que resultó ser imposible.
Sus rulos no cedieron y volvieron a su forma original, a la de siempre. Izuku se rindió en aquella batalla contra su propio cabello y gruñó por lo bajo cuando un pitido lo hizo brincar del susto.

Ya habían pasado los diez minutos, y debía bajar.

Con el miedo en cada célula de su cuerpo bajó los escalones, queriendo que estos nunca acabasen. Aún deseando con todo su ser no llegar a el último escalón, en cierto punto, llegó.

Antes de dar un paso al frente alejándose completamente de las escaleras, escuchó voces y se detuvo en seco. Era su madre.

-Y, dime, Katsuki-kun. ¿Sabes lo que le ha... pasado a Izuku?, últimamente se la pasa encerrado en su cuarto, solo sale para comer e ir a la escuela...---menciona su preocupada madre, la peliverde aún no sabe nada de lo que ocurre a las afueras de su hogar---.

Un silencio gobernó la sala, la tención se hizo presente, aún más en cierto rubio de ojos rubíes. Luego de unos segundos que se volvieron eternidad para el peliverde el cenizo habló.

-Con todo respeto señora Midoriya, yo estoy con Deku la mayor parte del tiempo, realmente no puedo decirle con seguridad que es lo que le ocurre.---respondió a secas, fríamente. Como suele hacerlo---.

Acción que logró que Izuku parpadee un par de veces para digerir lo recíen escuchado.

¿Kacchan y él juntos...? ¿La mayor parte del tiempo?, oh mamá, si supieras.

El pecoso decidió entrar a la sala. Dió algunos pasos para adelante hasta ganarse las miradas expectantes de todos los presentes. Hasta que de un momento a otro Mitsuki habló.

¿Cuánto más...? 《¿Katsudeku?》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora