45. Todo tiene un final, no somos la excepción.

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Por suerte o desgracia, los años pasan. El tiempo no se detiene para aquellos que siguen estancados en sus problemas. El tiempo sigue para aquellos que logran salir de lo más profundo de su océano mental.

Al separar dos almas que fueron unidas por el mismísimo destino, el mal que puede ocasionar a ambas es infinito. Quizás no es psicológico. Quizás es físico. O quizás no.

El paciente de la habitación 6-3, pese a haberse recuperado, pese a demostrar una fuerza alucinante porque no cualquiera despierta de un coma, no resistió lo suficiente.

No desde que un rubio de ojos rubí dejó de visitar el hospital.

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Los días se hacían eternos.

Observar con pocas fuerzas la ventana por la cual se podía apreciar el cielo y parte del patio del lugar, un árbol posado en la punta de un costado. Donde pequeños pajaritos salían de sus cascarones y una vez crecían saltaban del nido para aprender a volar.

Desde aquel vidrio se enteró del paso del tiempo. Nadie le decía nada al respecto, como temiendo que a él llegasen esos conocimientos.

Verano.

El sol brillaba con todas sus fuerzas.

El aire acondicionado hacía sonidos leves al mantener funcionamiento. Siempre pedía con voz baja que abrieran las ventanas. Se siente asfixiado tras un rato de utilizarlo.

Era muy perceptivo pues su cuerpo permanecía caliente aunque el ambiente estuviese frío, producto de la fiebre constante invadiendo su ser.

Pensaba que a Kacchan le gustaba mucho. Que era molesto pues sudaba en demasía, pero cómodo pues el frío no le agradaba. Kacchan no lo ha visitado desde hace dos semanas.

Primavera.

Pequeños arbustos bajo el árbol florecían. Dejando flores celestes o quizás azules, pequeñas y de apariencia suave. Las fragancias llegaban a su habitación viajando a través del aire.

El clima era cálido, húmedo... Entre medio del frío y el calor. Muy cómodo. Le agradaba, pues las mariposas revoloteaban con sus hermosas alas de colores resplandecientes cerca de su ventana.

Las mariposas monarcas, siendo sus favoritas.

De vez en cuando alguna enfermera traía consigo girasoles. Lo mejor de aquella estación, sin dudas.

Pensaba que Kacchan y él de pequeños atrapaban algunas de ellas. Solo para sentirlas en sus manos y dejarlas ir. Lloraba porque al fin y al cabo las privaban de su libertad, eso no le gustaba.

Kacchan siempre juntaba pequeñas flores y le regalaba una corona con ellas. Para luego decir que todo héroe necesita una princesa a la cuál rescatar.

Kacchan no lo ha visitado desde principios de verano.

No sabe dónde está Kacchan.

Otoño.

Las hojas marrones y rojizas caían infestando los verdosos céspedes que perdían su color brilloso poco a poco. La brisa que a sí mismo las mantenía en constante movimiento.

Sus visitas, una pareja de esposos, venían cada vez con más prendas encima. A veces quejándose del clima. Otras muchas, protestando por el peso de la ropa.

Pensaba que a Kacchan le gustaba el otoño. Siempre se armaban pilas de hojas secas, montones de montañas con miles de ellas. Se tiraban encima, provocando su quiebre.

¿Cuánto más...? 《¿Katsudeku?》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora