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Me separé de él y sonreí.

Él se fue, caminando mientras me saludaba con la mano.

Me sentí satisfecho. De haber.. superado esa parte de lo que alguna vez ocurrió.

Me metí dentro de la casa, estaba en silencio, porque Papá todavía no llegaba a casa.

Aún así dije en voz bajita.

-Estoy en casa-.

Subí a mí habitación, observé el suelo. La sangre ya no estaba, Papá había limpiado todo, pero lo lindo fue que..

¿Puedo limpiar tu habitación?

Me hacía un favor a mí, y aún así, quería mi consentimiento incluso para una pequeñez así.

Estaba cambiando.. para bien, o eso creía.

Me cambié el uniforme y decidí bañarme, para quitarme sus roces.. esos roces. Al mirarme al espejo acaricié mis labios, al recordar su respiración en ellos.

Sacudí mi cabeza.

Porque esa chica abordó mi mente.

Y no era el momento.

Volví a sonreír, estaba realmente feliz. Max se había disculpado conmigo, e intentaría borrar esa brecha que nos mantenía separados. Tal vez podíamos llegar a ser amigos.

Con mucho cuidado quité las gasas que Papá puso en mí espalda, me quité las curitas y vendajes. Abrí la ducha, el agua era tibia. No pude bañarme con agua muy caliente, me haría mal.

Papá me cuidó muy bien como para lastimarme otra vez..

Al terminar esa ducha corta, me vestí cómodamente, un short y una camiseta.

Bajé las escaleras con cuidado, tenía miedo de abrir alguna herida. Abrí la nevera y saqué una manzana, después de lavarla y lavar mis manos le pegué un mordisco.

Subí otra vez, cogí mi libreta y mis audífonos, puse música relajante y comencé a anotar mi día de forma un poco.. bueno, a mí manera. En poemas.

Tras un rato de escribir sentí un bloqueo. No se me ocurría nada. Entonces traté de dibujar, pero otra vez, mis manos y mi mente no estaban de acuerdo en qué hacer.

Suspiré.

Decidí quizás salir un poco a caminar.

Me alisté y trabé la puerta, tomé de igual manera mi teléfono y mis audífonos. Llevaba varias canciones, caminando entre las cuadras, viendo la gente pasar. Y en la lista de reproducción, sonó esa canción.

Heather.

Sonreí por la irónia, claro que la salteé. Porque no quería ponerme sentimental, menos con eso. Y por él. Porque nunca fuimos nada, nunca signifiqué para él y me lo dejó bien claro esa noche.

Soy reemplazable, lo sé, porque no soy especial. Y me dá igual. Porque si a él no le importo, ¿qué más da?

La gente pasaba animada. Las familias, padres e hijos, madres con sus bebitos muy pequeñitos. Algunas parejas, que me dejaron un amargo sabor en la boca.

Pero justo un grupo de gente, todos de mi edad, me generaron inseguridad, me encogí y pasé de ellos con temor a que me viesen, porque se notaba que todos ellos tenían buen estilo, eran atractivos. Y luego estaba yo.

Pasé por una tienda y me compré un jugo de fresa. Adoro la fresa.

Lo tomé por el sorbete, gustoso. Al acabarlo tiré el cartón en un cesto. Y en eso..

¿Cuánto más...? 《¿Katsudeku?》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora