26

1.8K 197 59
                                    


Solo con su mirada podía derretirme. Podía tenerme en la palma de su mano, manejar cada uno de los hilos que me movían, y tan solo con pedirlo, haría lo que fuese si es por él.

Y como sabía todo eso, desvíe la mirada.

Sus manos golpearon la pared, me tomó de la barbilla para hacer que lo mirase.

Mis dos manos tomaron su antebrazo, intentado que me suelte, que no me mirase.

-¿Qué cojones contigo?-.

La mano que él tenía libre rodeó mi cintura. Llevándome a recuerdos de hace siete días exactos. Y no permitiría que volviesen a ocurrir, no, porque sus labios besaron otros que no eran míos frente a mí.

Se acercó a mi rostro, lo suficiente como para sentir sus respiraciones agitadas. Entonces aproveché. Con mis dos manos en su pecho, lo empujé, con fuerza, aunque ni yo lo había creído.

Me observó.

Me observó y sonrío.

Lo cual hizo que un escalofrío me recorriera desde la punta de mis pies hasta mi cabeza.

Porque me dió miedo.

Y al procesarlo igualmente sonreí.

Kacchan me dá miedo.

Absurdo.

Su sonrisa desapareció, vino hacía a mí a pasos lentos. Sus dedos se desplazaron desde mis caderas hasta mis muslos, alzándome y apoyándome contra el muro.

-¿Quién era ella?-.

Solté sin pensar.

Su mirada se agudizó, su agarre perdió fuerza. Sentí un pinchazo en el pecho.

-Eso no te importa-.

De nuevo intentó besarme.

Pero moví mi rostro para que solo fuese un "tierno" beso en la mejilla.

-¿Por qué haces esto?-.

-Nadie te dió permiso para hablar-.

-No necesito permiso, menos el tuyo-.

No lo miré al decir eso, porque me acobardaría y no podría hacerlo.

Su silencio me lo dijo todo. Y la imagen de minutos atrás abordó mi mente.

Sus labios, besándola a ella.

Sus manos en su espalda baja.

Los labios de esa mujer, manchando los suyos con labial rojo.

Decidí mirarlo.

Y un trozo de mí se rompió al ver que sí, en efecto, aún tenía el labial rojo desparramado alrededor de su boca.

-Bajame-.

-¿O qué?-.

Mis manos, que habían estado sueltas, sin tocarlo en ningún momento, subieron a su cuello y escalaron hasta tocar su marcada mandíbula.

Me acerqué a su rostro, observando sus labios.

-Porque ella no sabe que estás aquí, conmigo-.

Quería llorar. Quería llorar en cuanto me bajó, en cuanto me dejó solo en aquel sucio baño, solo con mis pensamientos, que gritaban que vaya después de él.

Sabía que debía esperar un poco para salir.

Porque... a Kacchan no le gusta que esté cerca suyo si alguien más puede vernos.

¿Cuánto más...? 《¿Katsudeku?》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora