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Y en esos pocos segundos en los que duró el silencio, miré su rostro a detalle. Sus facciones, sus más finos y masculinos rasgos. Quería pasar mis dedos por allí. Por sus mejillas, por sus labios. Ni siquiera lo esperé. Pero entonces lo ví. Ví ese momento exacto en el que sus gestos cambiaron. Ví como su mandíbula se tensaba, pude sentir como sus dedos apretaban mis costillas.

-¿Kac-

Un puñetazo. Limpio, seco. Directo a mi estómago. Se me escapó la saliva de los labios, no lo veía venir.

-¿Qué mierda contigo Deku?-

-¿Qué fue lo que-

Otro más. Al mismo lugar. Ya había pasado antes, y no, no me gustaría recordarlo.

-Qué..puto asco. ¿Qué pensabas? ¿Qué mierda estabas haciendo?-.

Me lo esperaba. En lo profundo, o en realidad, no tan profundo. Sabía que pasaría. Porque Kacchan jamás me trataría como si fuese algo lindo. Porque no lo soy.

-Kacchan-

Sentía que me faltaba el aire, de nuevo. Con mis manos traté de empujarlo, pero no pude. No tengo la fuerza suficiente.

Siguió golpeando a mi estómago, y temí. Temí porque aunque no tuviese ganas de vivir, aunque no me gustaba mi vida, aunque varias veces había pensado en acabarla.. tenía miedo a morir. Y justamente eso pasaría si Kacchan no dejaba que sanen mis heridas.

-Kacchan basta-.

Al sollozar, jadeé de dolor. Lloré. Porque aunque incluso eso doliera, era lo único que podía hacer.

-Kacchan por favor detente-.

Uno, tras otro, tras otro.

-Kacchan te lo suplico.. déjame por favor, para, para-

Su mano tomó entre sus dedos varios mechones de mi cabello, me levantó de la cama fácilmente, y con fuerza volvió a recostarme en ella, de golpe. Mis dos manos trataban de zafarse de ese agarre, pero no podía.

Mantenía mis ojos cerrados.

Porque no quería verlo. No quería sentirlo otra vez.

-Me dás asco-.

-Lo sé-.

Pronuncié a penas con un hilillo de voz. Sus palabras dolían aún más que sus golpes. Se detuvo, para poner sus manos en mi garganta, rodeándola sin esfuerzo.

Me dí por vencido.

No podía pararlo.

Lo miré a los ojos con lágrimas atrapadas en mis orbes, veía borroso. Supliqué con la mirada.

Me tiró al suelo, se quedó arrodillado en la cama, mirándome, observando como me retorcía debajo de él.

Tosí. Tosí sangre, escupí demasiada. Manché el suelo que él se había molestado en limpiar pero no podía haberlo evitado.

-Mirate. Eres repugnante-.

-Para-..

Mi voz era tan solo un suave susurro. Porque todo lo que él me hacía sentir era dolor. Porque todo lo que sentía en ese momento era mi pecho siendo afisxiado. Porque me generaba asco seguir necesitando de su tacto, de su aprobación, de su cariño.

-Menuda puta eres-.

-Kacchan-

-¿Cuántas jodidas veces te he dicho que no me llames así?-.

¿Cuánto más...? 《¿Katsudeku?》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora