EL COMEBACHAS
Tenía una vida como su departamento o su refrigerador: vacía. Sin embargo, aunque no era evidente, tenía un gran futuro. O eso pensaba él, por algún motivo.
La alarma de su celular (lo que quedaba de él) sonó a las 05:30. Aún era de noche. Luego a las 05:35, 05:40, 05:45... Y así hasta las 07:55, cuando por fin el Comebachas pudo despertar.
─¡Verga! ─se dio cuenta de que había perdido el examen de estadística de las siete.
Su nombre oficial es Esteban Gabriel Hernández y en este momento acaba de cumplir la mayoría de edad. Su apodo se debe a que, cuando se reunía con sus amigos a fumar marihuana, acostumbraba comerse las colillas (bachas) de los chubis que se habían consumido.
─¡¿Por qué haces eso?! ─le preguntó una novia ─¡Se te queda en el aliento!
─Te explico ─comenzó él. ─La onda es que el químico causante de los efectos cannábicos se activa solo cuando hay calor, eso sí lo sabes ¿no? La marihuana cruda no hace nada porque la sustancia es un aceite insoluble, por lo que entra y sale del organismo sin ser absorbido, lo cual es estúpido. ¿Hasta aquí has entendido?
─Sí, no soy idiota, pendejo.
─Bueno, pregunto porque la parte que sigue es más complicada: cuando alguien se come las bachas, como bien observas, logra prolongar el efecto porque su estómago tarda más en absorber la sustancia adherida a la bacha y comienza a llegar al cerebro mucho después, de manera suave, pero prolongada.
─¡Tu personalidad, Comebachas, es estar pacheco!
Observaba la vida con un cinismo suave y prolongado. Almacenaba las colillas y las cenizas de su pipa en una latita hermética; a lo largo del día rumiaba una pizca tras otra. El sabor es amargo y terroso, pero soportable. Bienvenidos a la vida del Comebachas: un viaje sin fin.
Su desfachatez intelectualoide era parte de su disfraz para el Colegio de Humanidades y Ciencias, más conocido como CHC (o THC Oriente, como él le decía a esta especie de preparatoria). A él le tocó interpretar al chico malo pero misterioso. Era un enigma. Usaba un maltrecho sombrero negro, una chamarra de piel, negra, pasada de moda, sin nada abajo. Si tenía calor, la abría, exponiendo un torso delgado pero definido. Podía ser atemorizante. Sus lentes de espejo lo convertían en una especie de irónico observador de la fauna del CHC. Solía tener respuestas irónicas y divertidísimas cuando los profesores le preguntaban algo, y como hacía reír a todos, seguía improvisando. A veces se soltaba el cabello y parecía un rock star efebo. Obviamente, le sobraban mujeres, de ese tipo que necesitan un lobo que las defienda de los perros.
Era una mañana fría. Por suerte, se había echado en la cama sin quitarse la ropa, así que ya estaba casi listo para irse a la escuela.
En la otra recámara, a lado de su computadora, estaba su pipa y su querida yerba. Cinco fumadas profundas. Seis. Como siempre, le dolieron los pulmones. Guardó la hierba carbonizada en su latita. Se dejó caer en su sofá y esperó a que pasara la primera oleada. Ante sus ojos alucinados, el vacío se volvió soportable.
Media hora después estaba colocado. Para ese momento, eran casi las ocho y media y no estaba seguro de a qué hora llegaría a su plantel. Finalmente, tomó su mochila, echó adentro los cuadernos y libros que estaban por ahí y salió de su departamento.
Percibió que estaba más drogado de lo que pensaba porque no podía bajar las escaleras sin tomarse de la barandilla con ambas manos. Una vecina que venía llegando se hizo a un lado.
─Buenossss díasssss ─la saludó 15 segundos después.
Algo sucedió en su cerebro. Un breve titubeo. Rodó los últimos ocho escalones. El tiempo se volvió lento y pudo registrar su accidente con nítido dramatismo. Aunque despertó, permaneció tirado viendo el techo. ¿Qué había pasado? ¿Hacia dónde iba?... Estas simples preguntas resultaron más profundas de lo aparente y tratando de darles respuesta se topó con recuerdos muy lejanos. De pronto se dio cuenta de que no era normal que viviera solo. ¿Dónde estaban sus padres?
CONTINUARÁ...
ESTÁS LEYENDO
LA AUTOPSIA DEL ÁNGEL
Teen FictionGénero: novela pop. Tenía ganas de ti y para capturarte lo único que tuve que hacer fue mirarte a los ojos. Te comiste mi anzuelo, a pesar de que te dije que no te enamoraras de mí porque soy muy peligrosa. Recordarás este momento el resto de tu vi...