CAPÍTULO 49
Sin consuelo, Adriana escribía entre lágrimas la carta para darse de baja en la Universidad Iberolatina.
Era tan injusto, tan jodidamente injusto que fuera más pobre de lo que pensaba. ¡Era culpa de su padre que estuvieran al borde de la miseria! El débil de mierda, el frágil, el lujurioso que renunció a ser columna de su familia para irse corriendo detrás de las nalgas de una mesera... ─¡Puta, puta, maldita puta! ─ susurraba. El origen de toda su desgracia estaba entre las piernas de una putita carente de figura paterna.
No podía creer que su padre las abandonara. En su mente había creado una explicación donde el recuerdo de su padre estaba intacto, cuando era el hombre amoroso, honesto y trabajador que sostuvo dignamente a su familia, hasta que fue secuestrado por una mujer malvada que lo sedujo con su juventud. La otra gran villana de su historia era su mamá, empeñada en boicotear sus estudios porque le tenía envidia.
Sobre sus mejillas tan rojas goteaban sus esperanzas. Deseaba ser exitosa y vengarse así de las niñas bien, dedicadas a reírse de ella por llegar en camión. Adiós a su ilusión de recibir la medalla bañada en oro que la Universidad Iberolatina otorgaba en la graduación al mejor estudiante de cada generación; el mismo Rector le colgarían la pesada moneda delante de todas sus odiadas compañeras y de sus engreídos padres... Pero no. No podría vengarse. Continuó aporreando su pobre laptop. Simplemente abandonaría su carrera a la mitad debido a que tenía una... ¡puta madre histérica! que prácticamente empujó a su padre a los brazos de una roba-maridos; la zorrita promiscua y carente de amor que tranquilamente destruyó su hogar. ¡Me jodieron la vida, entre todos! Y no era justo. Sus lágrimas perfectas escurrían con música de tecleo.
"...por tales motivos, y muy a mi pesar, me veo obligada a darme de baja del programa Apoyo a los Jóvenes Talentos de México que tan generosamente me ofreció el Patronato de la Universidad Iberolatina..."
¡¡Su puta madre, por qué no había otra salida?! Ah, sí, ya me acordé: el plazo se venció y no fui capaz de ganar dinero, se dijo. ¡ZAP! Latigazos de auto conmiseración. No me lo gané. ¡ZAP! No fui capaz. ¡ZAP! Soy una inepta. ¡ZAP! ¡Merezco acabar sirviendo cafés en un corporativo de Polanco! ¡ZAP! Era adicta a provocarse sufrimiento cuando no lograba sus metas y sabía dónde lastimarse.
Terminó la carta. ¡Maldita familia pobre! La hoja comenzó a salir de la impresora.
─¡Lo más patético de todo es que tengo que entregar esta carta impresa con un cartucho casi vacío y se ve horrible, por si no era evidente la razón de mi baja! ─Secó su cara para que las lágrimas no corrieran la tinta. Habría sido el colmo. Firmó.
─¿Acabaste? ─preguntó su mamá, ajena a su tristeza.
─Sí.
─Mañana la llevas. Temprano. Y de regreso vas a dejar currículums y solicitudes de empleo.
─Sí.
─Y quiero que vayas con a tu padrino Roque. Dice que te puede colocar como secretaria en la escuela donde él trabaja. Pagan poco, pero es seguro.
─Sí, mamá.
Pasó la noche llorando sentada en su cama y Mónica se giró hacia la pared para no verla. Eso no estaba ocurriendo.
Adriana salió más temprano que de costumbre hacia la universidad.
Pero no entregó la carta.
No, no lo hizo.
Algo muy profundo dentro de ella no se lo permitió. Educada por las películas de princesas, tenía la esperanza de que algo la salvara. Miró el documento firmado y con un bonito cliché lo rasgó en dos, conjurando así su encantamiento malvado.
Se dirigió a la pequeña capilla de la universidad, se arrodilló ante un crucifijo minimalista y rezó. Dios no permitiría que todo su esfuerzo se derrumbara.
Mientras Adriana negociaba con Dios, Agustine Pimienta, una de las enemigas, se tomó la molestia de sacar la hoja de la basura, unir los pedazos y llevarla a la Rectoría.
─Disculpe, señorita, ─le dijo a la secretaria de la Dirección ─pero me acabo de encontrar este documento olvidado en la biblioteca y pensé que debía traerlo.
─Conque Adriana Padilla... Déjamela, Agustine, yo se la haré llegar al Rector.
CONTINUARÁ...
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LA AUTOPSIA DEL ÁNGEL
Teen FictionGénero: novela pop. Tenía ganas de ti y para capturarte lo único que tuve que hacer fue mirarte a los ojos. Te comiste mi anzuelo, a pesar de que te dije que no te enamoraras de mí porque soy muy peligrosa. Recordarás este momento el resto de tu vi...