CAPÍTULO 34

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CAPÍTULO 34

Jorge, simplemente, no llegó a dormir. A eso de las 11 de la mañana, bajo el sol calentándole la cabeza, apenas iba caminando de regreso, crudo por fuera y por dentro; hizo cosas que no hubiera hecho sin drogas; no debió permitir que el Comebachas tuviera sexo con su novia... y se sentía culpable porque disfrutó mucho la imagen, hiper erotizado por la piedra. Ocurrieron cosas que no... no se atrevía a recordar. Todo fue muy confuso.

─¡Soy un pendejo, no debió pasar! ─ se dijo.

Pero ¿no era lógico que sucediera si habían decidido exhibirse delante de él cuando llegara con las cervezas? ¿Era posible que en el fondo lo desearan los tres? ¿Era posible que todo hubiera sido un plan de Blú? ¿O sería posible que Blú siguiera tendiendo sexo con el Comebachas y simplemente decidieron dejar de esconderse? Ella no hizo el menor intento de evitar que las cosas sucedieran...

─Pero yo tampoco hice nada.

¿Su yo patriarcal heredado de su abuela debía enojarse? ¿O debía aceptar que, simplemente, tuvo una pequeña orgía con su novia, quien le puso los cuernos frente a sus maravillados ojos?

Las imágenes regresaban de pronto. Entre risas, Blú les hizo sexo oral a ambos, tratando de acomodarse dos penes, lamiéndolos indistintamente, frotándolos entre sí muy ensalivados... y eso se había sentido bien. Después, él y Blú le habían hecho sexo oral al Comebachas... ¡No! Y luego, ellos dos a él. Se sorprendió porque su amigo mamaba muy bien... Sabía tener sexo con hombres. Y en esos momentos, estuvo bien... pero ahora se atormentaba con preguntas dolorosas. ¡¿Era homosexual?! ¡¿Bisexual?! ¿O solo fue que estaba drogado? Sí, eso debió ser... Pero... ¿eso significaba que Blú ya no lo respetaría? ¿O esta era su verdadera naturaleza en libertad? ¿Él debía aceptar que su novia tuviera una sexualidad tan libre? ¿O quizá debía buscarse a una novia mojigata?

No, no quería perder a Blú, pero... pero... ¡¿qué clase de mujer es capaz de tener sexo de esa manera?!

Bajo el sol, Jorge se sentía como un gran escarabajo debido a la resaca y el arrepentimiento. Ojalá no hubiera sucedido nada.


Al llegar a su departamento ¡POCK! su monólogo interno fue interrumpido cuando la puerta chocó contra los muebles amontonados.

¡Verga, lo había olvidado: ella está aquí! se dijo con la cahuama fría en la mano. No quería saludarla, no quería saber nada de ella.

Supuso que estaría solo. A esa hora, Élida debía estar en la tienda, así que su plan era desayunar una sopa de unicel con mucho picante y su cahuama. Entró como pudo y cerró la puerta.

Encontró a su madre casi oculta entre sus cosas, sentada sobre un sillón blanco, desnuda, con un vaso en la mano. Vodka. Miriam, avergonzada, se fue a encerrar a su recámara llevándose la botella de Oso Ruso. Sus nalgas bailoteando al ritmo de sus pasos titubeantes fue algo que Jorge hubiera querido no ver.

─¡No me chingues, mamá!─ gritó tratando de sacarse esa imagen de la cabeza.

Miriam no respondió ni media palabra.



CONTUNUARÁ... 

LA AUTOPSIA DEL ÁNGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora