CAPÍTULO 60

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CAPÍTULO 60

Apestaba a alcohol, estaba segura. Había bebido más de lo que ella llamaba mucho. Salió de la marisquería un poco ebria. Bueno, bastante. Tenía miedo de no poderlo controlar. Dos horas después, llegó a su casa crudeando.

Su madre, claro, la esperaba en la puerta.

─¡¿Todo el día para ir a ver a un maldito cliente?! ─reclamó.

─Se alargó la junta, mamá; es un concepto muy complejo ─se defendió al pasar.

─¿Adriana, te atreviste a beber?

─Me quedé con el proyecto, mamá; por si te interesa saber cómo me fue. Sí, me tomé una cerveza con ellos cuando cerramos el trato. Así es aquí y en japón ─dijo con un valor inusitado... y eso le gustó.

La señora tomó aire para gritarle, pero... de entre sus tetas, su hija sacó un rollo de billetes, lo puso en su palma, le cerró el puño, envolviéndolo con sus propias manos, como decretando que de ahora en adelante tendrían dinero.

─El mes que viene me van a dar otro tanto ¿ok? y si no lo hago mal, comenzarán a llegar más clientes como este. Perdóname por tomarme una cerveza no lo vuelvo a hacer ¿ok, mami?

Ya casi eran las doce, tardísimo para ella, que solía despertar a las cuatro y media. De pronto, llegó el dichoso correo de Jorge. Tres minutos después, otro. 19 correos super cargados con videos. ¡Tarados, no saben ni manejar la nube!

Los archivos iban llegando poco... a... poco. Maldito paquete básico de internet, maldita computadora vieja ¡maldito Jorge pendejo!

Su mamá, tranquila, guardaba las sobras en botes de plástico, disponiéndose a lavar los trastes.

─Hijita, la mitad de este dinero lo voy a usar para pagar tarjetas ¿eh? Ah, y el internet. Y mi Neflix ─informó. ─La otra mitad la voy a usar para una buena despensa... y comprarte algo de ropita, yo creo. Y algunos calzoncitos y brasieres, sí, pobrecita, porque los que tienes ¡son de cuando ibas en la prepa!

Adriana casi no la escuchaba. Miraba ansiosa la barra de avance. Tenía que esperar. Esperar. Esperar. Su mamá seguía hablando.

Al fin llegó el primer video (¡plink!), de 17 minutos, llamado aestonosdedicamos. Adriana hizo clic. Pensó encontrar video catálogos de ropa modelados por la güerita. Tenía el cuerpo. Su mamá salió de pronto de la cocina, secándose las manos.

─¿Qué es?

Adriana dio un salto. Los audífonos estaban conectados, por suerte. Eran Jorge y Blú, desnudos ¡¡¿¿Cristo, qué es esto??!! ¡Sí, eran ellos, desnudos, con antifaces, teniendo sexo! Con una erección monstruosa, el adolescente penetraba sin piedad a la chica, que dichosa le ofrecía el... trasero. Eso entraba sin problema, dilatándola al máximo. Justo a tiempo, bajó la tapa.

─¿Qué te mandaron? ─insistió Lorena parándose a su lado.

─¿Sabes qué, mami? Basta por hoy. Tengo mucho sueño; mañana veo sus catálogos de ropa.

─Ok... Sí, vamos a dormir ─dijo proféticamente.

Hasta que Lorena se encerró, Adriana se atrevió a revisar los videos... Abrió otro llamado LaReprobadota. Se quedó... pasmada. Sálvame, Dios mío. La cámara enfocaba un sillón viejo. Durante un instante no pasó nada. Blú, y su pubis rubio entraron a cuadro. Se supone que era una alumna de preparatoria que era acosada sexualmente por su maestro y al final lograba someterla. ¡O sea, el discurso patriarcal en todo su esplendor!

Esta vez, Jorge no usaba antifaz, sino una ridícula barba de peluche. Grotesco. El profesor era inflexible. Hasta que Blú se le hincó. Con mirada viciosa desabrochó su pantalón para luego sorprenderse ante el gran pene que rápidamente iba saliendo de su relajación. Lo tuvo a escasos centímetros de su rostro. Hipnotizada, la chica abrió la boca en un gesto inocente y malévolo. Sabía cómo hacerlo.

De pronto, alguien tomó la cámara y comenzó a moverla torpemente alrededor de la pareja y se perdió el momento justo cuando el pene fue tocado por esos labios. ¡Había alguien más con ellos! ¡¿Qué es esto?! Esa tercera persona tenía que ser un hombre, obvio, buscaba sobre todo los genitales de la chica, olvidando el momento. ¡Todo estaba mal!

Era vil... pornografía. Pornografía explícita y mal hecha, para colmo, pero no pudo parar de verla. Tenía eso. ¡Wácala, qué rico!

Continuó atrapada por la historia. La alumna hizo crecer el miembro fofo dentro de su boquita. Ante sus ojos violados por las imágenes, el pene se va volviendo horrendamente grande, como un pepino blanco y cabezón, y vio el deleite de la jovencita, que fue tragándoselo centímetro a centímetro hasta desaparecerlo por su garganta. Cuando por fin se retiró, jadeante y roja, el pene seguía durísimo, pero ahora con un anillo de lápiz labial pintado en la base. Reto superado.

Adriana no podía dejar de ver. Blú lo estaba disfrutando genuinamente, a pesar del camarógrafo, el horrible sillón y el nulo concepto de la narrativa visual... Blú no estaba actuando y eso fue lo que más perturbó a Adriana. Blú era pasiva y así dominaba a su hombre. Alguna vez vio porno, como todo el mundo, pero no le interesó; era algo creado por cavernícolas donde importaba muy poco el placer de las mujeres (especialmente de las actrices, que solían abrir las piernas antes siquiera de haber lubricado y si tenían suerte les tocaba un escupitajo en la vagina antes de ser ensanchadas de golpe)... Pero esta vez era real, su propia vagina se lo dijo.

¡¿Pero por qué estaba tan mal grabado?! Todo fuera de foco y a veces no se entendían las voces, lo que era una lástima, porque a Blú le gustaba narrar lo que iba haciendo con frases como ¡Me estás cogiendo delante de tu amigo! ¡Cógeme duro, quiero sentirme como tu zorrita bebé! ¡Así, papá, así! Comebachas ¿te gusta lo que estás viendo? ¡Espera!... ¿Comebachas? ¡¿Quién es Comebachas?! Al final, Jorge vació su sangre blanca sobre el rostro sudoroso y feliz. Sintiendo en la boca el sabor más íntimo de Jorge, Blú se despidió de los espectadores moviendo sus deditos. ¡Bye!

─¡¿Qué es esto?! ─exclamó Adriana Panista. ─¡¿Es neta que me están ofreciendo trabajar en el porno?! ¡Nuuuunca jamás!

Decidida, sacó su celular.

─¡¿Blú?! 



CONTINUARÁ...

LA AUTOPSIA DEL ÁNGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora