CAPÍTULO 30

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CAPÍTULO 30

La puerta del departamento se abrió de golpe. Jorge y el Comebachas entraron cargando a Blú, muertos de risa. La experiencia en el salón los dejó en estado maniaco, con la libido a mil. Además, tenían droga.

Oh-my-God! ¡Nunca había visto tanta piedra junta! ─gritó Blú al contemplar el tesoro extendido sobre la mesa. Solo de verla ya estaba mojada.

─¡No, Azul, prometiste dejarla! ─Se dijo. ─Ya no, por favor. Acuérdate lo que pasó la última vez. No, Azul, no te hagas esto, no. Prometiste dejarla, de hecho, me lo prometiste a mí. Hazlo por mí ¿sí? Ya, Blú. Por favor, no la veas. ¡Me prometiste una vida nueva! Llevas mucho tiempo sin tocarla, no eches a perder tu trabajo. No, Azul, tú sabes que la próxima vez será más difícil. ─Pero los ojos azules no podían apartarse de los cristales lechosos.

La ansiedad les picaba, había sido una larga espera. Tres mil pesos en drogas.

─¿Con qué empezamos? ─preguntó Jorge.

─Espérense. Yo tengo hambre ¿Ustedes no? ─preguntó la chica.

─No, no, no, Blú: no se come cuando invitas a las musas. Es falta de educación ─explicó el Comebachas.

─¡No digas mamadas! Se antoja un pollito rostizado ¿no? ─Insistió ella.

─Que no, wey; le quitas fuerza al viaje. Se consume en ayunas y te aguantas hasta que el viaje acabe. Luego ya comemos; vas a ver qué rico.

─Pero unas cervezas, sí ¿no? Para bajarnos la mota al rato ─sugirió Jorge.

─Eso sí, pa que veas ─opinó el más experimentado. ─La chela hace buen maridaje con el manjar que les voy a preparar ─rio.

─Yo las pago, pero tú te lanzas por ellas ─le ordenó la abeja reina.

Molesto, el Comebachas fue por las cervezas. ─¡Pinche vieja, siempre se hacen los huevos a su gusto! ─murmuraba al salir.

En cuanto se cerró la puerta, Blú brincó sobre Jorge ─¡Cógeme, rápido, tenemos 15 minutos! ─suplicó.

No hay nada más excitante que subirle la falda a una mujer que tiene bonitas piernas.

─Espera... ¡Quieto, perro! Quiero hacer algo.

Blú regresó de la recámara llevando El Foco, uno vacío y cochambroso.

─¿Alguna vez has cogido después de fumar? Yo sí, allá en Monterrey.

─No, pero...

─¿Sí o no? ─lo retó Blú mientras giraba una piedra grande entre los dedos. Sabía que si Jorge fumaba le daría la cogida de su vida, aunque el precio sería... una recaída para ambos; por eso quería que él decidiera.

─Pues... ¡sería suculento! ─decidió.

Fumar foco no tiene mucha ciencia. El foco debe ser de 100 watts y estar vacío. Dentro se dejan caer los cristales, dos o tres y sosteniéndolo por la rosca se pone bajo el fuego de un encendedor de alta temperatura. El vidrio soporta bien el calor. La curiosa llama azul derrite la sustancia y aparece el genio de la lámpara, que se aspira y al igual que la marihuana hay que retenerlo el mayor tiempo posible. El efecto llega rápido: un alegre furor sexual que prepara el terreno para una cadena de memorables orgasmos. El problema es que el vuelo no dura mucho... aunque para ellos, eso no era ningún problema.

Una vez que los vapores llenaron la delicada esfera, Blú cerró los ojos, los succionó y se dejó tragar por su placer. Estaba lúcida y consciente del calor que nacía en el centro de su partecita privada. Un gozo íntimo, dulce, hormigueante comenzó en su clítoris para volverse miel en su vagina. Toda ella era una vagina.

Fuck me right now!

La droga ya había hecho el trabajo de acelerar su excitación como un Fórmula Uno.

─Con razón esta madre está prohibida ¡es deliciosa! ─Alcanzó a decir el muchacho antes de sumergirse en una intensa experiencia electro erótica. Se arrancaron la ropa uno al otro. Blú sintió la penetración de Jorge como una especie de sobredosis de cocaína sexual. Fue como si un arcoíris neón se iluminara sobre ella.

─¡Me encanta la verga! ─Sí, su famosa frase fue dicha como un bramido perturbador.

En cuanto cerró la puerta cargado de cerveza y comida chatarra, el Comebachas detectó el olor del cristal chamuscado. Su sillón mugroso crujía como si le brincaran encima. Dejó el cargamento y fue a ver.

─¡Pinches puercos lujuriosos! ─susurró.

Atrapados en su espiral de regocijo no se percataron de la mirada anhelosa. Claro que quería. No lo habían hecho desde que comenzó a salir con el traidor de Jorge. Hijo de perra.

Tomó el celular de Blú y comenzó a grabar la escena, luego lo dejó apuntando hacia la pareja, fumó cristal y fue a sumarse al festín dionisiaco. Blú estaba perdida en su laberíntica multiorgasmia cuando sintió al Comebachas acariciándole las nalgas, luego sintió un par de palmadas firmes que las hicieron brincar de felicidad. Y sintió nítidamente cómo su amigo las separaba con gentiliza para lamer su ano rosa, ensalivándolo, metiéndole la lengua, preparándola para lo que venía... ¡Y de pronto su placer su multiplicó hasta sentirse envuelta en electricidad dulce! 



CONTINUARÁ...


**** El dibujo es una obra original de la artista mexicana indhira Barahona, que decidió colaborar con esta publicación. Muchas gracias, me encantó tu trabajo. **************


LA AUTOPSIA DEL ÁNGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora