CAPÍTULO 18

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CAPÍTULO 18

No tardaron en atenderla. Cuando se trata de meterte en problemas, el diablo te ayuda. El tipo regordete detrás del escritorio parecía muy interesado en que Adriana obtuviera lo que necesitaba: una tarjeta de crédito.

Muestre su identificación. Firme aquí. Ponga su huella aquí... Adriana salió del banco sintiendo que llevaba muchísimo dinero: 30 mil pesos en efectivo. Deseaba llegar a su casa y arrojárselos a su madre: ¡Aquí tienes y deja de estarme jodiendo! Aunque en la realidad, las cosas ocurrieron de otra manera.


Lorena recargó su cara sobre la palma de la mano, deformando su expresión.

─¿Qué es esto?

─Dinero.

─¡Ya lo sé, pendeja! ¡Lo que quiero saber es de dónde salió! ─y al decir esto puso el dedo índice sobre el fajo de billetes como si le clavara un cuchillo.

─Es un préstamo.

─Bancario.

─Sí.

─¡A ver, Adriana, explícame con qué vamos a pagar los intereses si están a punto de lanzarnos a la calle!

─¡Por eso! Es para que ya no te preocupes, mamá; ese dinero lo saqué a mi nombre y lo voy a pagar yo.

─¡Jesús bendito, vas a terminar en la cárcel!

─¡Lo voy a pagar, mamá!

─¡No, mijita, los préstamos bancarios no se pagan con tus delirios de emprendedora! Mañana vas y regresas este dinero.

─Pero es que ya conseguí un proyecto: diseño web y mercadotecnia digital para una cadena de farmacias─ mintió.

─¿De verdad?

─Sí, mamá.

Lorena miró el dinero. Lo contó y comenzó a separarlo en montoncitos. Le tendió un par de billetes.

─Toma, hijita, para que te compres ropa interior.


Pero la ilusión duró poco: los días de Adriana se escurrieron sin que ella lograra amarrar ningún cliente.



CONTINUARÁ... 

LA AUTOPSIA DEL ÁNGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora