CAPÍTULO 42

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CAPÍTULO 42

La pareja duerme abrazada sobre el estrecho sillón. No caben, pero así está bien.

Pateando el sofá, el Comebachas los despierta.

─¡Ya acabé de editar! ─Les informa mientras los llama con el dedo índice.

En su estudio ─o más bien el templo de la masturbación─ les muestra el trailer, armado con brevísimas escenas tomadas del show exhibicionista; de fondo, se escucha un estridente african funk.

─¡Está cachondísimo! ─opinó Jorge.

─Falta una voz que nos explique por qué estamos viendo esto. Con descaro, Blú plasmó su voz para la posteridad.

─¡Hola, me llamo Blú! Para mi desgracia soy muy cachonda y me encanta exhibirme, como puedes ver... ¿Quieres más? Ven conmigo. ¡Basta ya de probaditas, cómete el pastel completo! Anda, sé mi sugar daddy y compra mi video completo. Quiero ser tuya para siempre. Manda 200 pesos y te daré mi clave vip para que puedas tenerme las veces que quieras ─ dijo con su voz color cereza.

─¡Peeeeerfecto!─ anunció el Comebachas. El video carecía de calidad, pero era auténtico y eso vale oro en el mundo del porno.

─¡Está terminado!

Los tres colocaron su dedo índice sobre la tecla Enter. ─¡Una, dos... TRES! ─¡Clic!

Tardaron una décima de segundo en soltar al búfalo en la cristalería del ciberespacio y sellar su destino. Solo bastó una décima de segundo. El Comebachas y Jorge se dedicaron a mandar el tráiler a todos los grupos de teens, porristas, rubias, swingers, esposas sumisas, tríos, cabinas, etc. Durante una hora no pasó nada. Y la siguiente, tampoco.

─¡Ya me voy a mi casa! ─les dijo Blú sin ánimo.

─¿Tan temprano? Apenas son las nueve ─preguntó Jorge, sujetando su mano. ─Se supone que sales de trabajar a la una de la mañana.

─Ya sé. Le voy a decir a mi mamá que llegaron a la pizzería unos inspectores de salubridad, o whathever...

Blú se estaba poniendo una sudadera de capucha cuando de pronto... ¡PLINK! sonó la aplicación bancaria de Jorge. Un depósito.

Asombrados, los tres rostros apretujados miraban la cifra en el celular. Sus primeros 200 pesos. Se abrazaron y brincaron. No habían acabado de entender cuando ¡PLINK! cayó más dinero. Diez minutos después, llegó más. Llegó más. Llegó más. Llegó más....

─¡Van más de dos mil! ─informó Jorge, como si sólo él pudiera ver la cifra.

─¡¿Y a qué hora se supone que voy a ver mi dinero?! ─cuestionó el Comebachas ─¡Ándale, papá, mueve el culo, págame!

─¡Ya te salió el tercer huevo, pendejo, no soy tu empleado! ─advirtió Jorge, enderezándose.

─Chicos... Chicos, aún no hemos hablado de cómo vamos a dividir el dinero, pero ya estoy cansada ¿lo dejamos para mañana?

─¡¿Hasta mañana?! ¡Oye, perra, tengo deudas!

Maternal, le dijo hablándole de cerca: Si te esperas a mañana, te daré una sorpresa, negoció la rubia mordiéndose el labio.



CONTINUARÁ...  

LA AUTOPSIA DEL ÁNGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora