CAPÍTULO 22

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Blú tenía tanta prisa que casi arrastraba a Jorge. Él sabía exactamente a dónde iban: al tercer piso del Edificio H, un buen refugio para las parejitas; de hecho, ahí fue su primera vez.

─Blú ¿qué estás haciendo?─ preguntó Jorge viendo que los seguía un considerable número de compañeros; ellos tampoco sabían qué iba a suceder; eso era lo fascinante. Simplemente seguirían ese cuerpo hasta el infierno.

─Es una sorpresa. ¿No confías en mí?

Salón E-325, el último. En la puerta ya estaba el Comebachas, con la chamarra abierta y los lentes de espejo reflejando a la multitud. Cerró la puerta recién entraron los novios. El séquito, bastante grande para ese momento, se quedó en el pasillo, gritando, aullando. Con los brazos cruzados, el Comebachas les habló así:

─¡A ver, pinches pendejos, putitos de mierda, hijitos de mami, se me callan!... Así está mejor, ¿ven como sí son putos? Gracias por su atención. Señores y señoritas, yo no sé lo que creen que va a suceder allá adentro, pero yo se los voy a decir.

Silencio.

─Están a punto de presenciar el primer espectáculo porno en vivo realizado en el CHC Oriente.

Azoro. Y un segundo después: euforia.

─A ver, silencio, silencio. ¡Tranquilos, pinches changos chaquetos! Aquí adentro, nuestros amigos Jorge y Blú quieren cumplir su fantasía de exhibirse un poquito frente al populacho. O sea, ustedes, que serán espectadores de este evento irrepetible e inolvidable. Que levante la mano el que quiera entrar.

¡Levantar manos, ya! Todos. El Comebachas continuó.

–Lo malo es que esto no es para todos. Así lo hemos decidido. Sí, qué mal pedo. El que quiera entrar... A ver, silencio... ¡Fórmense, chingá! El que quiera entrar debe caerse con 300 bolas. Chavas solas entran dos por una. Y no se quieran pasar de verga porque ya saben que yo no bromeo. El que no traiga, que consiga.

Todos comenzaron a rebuscar en sus carteras y mochilas. Las que llegaron solas hicieron pareja con alguna otra cómplice de lujurias bien guardadas.

─Antes de que los deje entrar, pinches cachondos y cachondas: no queremos grabaciones, así que no pueden entrar celulares o mamadas parecidas. Los van a dejar aquí adentro, en mi mochila. Al final se los entrego.

Entonces, eso se iba a poner intenso. Cuando el trámite de pagar y recoger los aparatos terminó, el Comebachas los fue dejando entrar. Los que se quedaron afuera, lograron asomarse algunos segundos y lo que vieron les voló la cabeza.


CONTINUARÁ...




LA AUTOPSIA DEL ÁNGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora