CAPÍTULO 51

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CAPÍTULO 51

Sentada en el sillón, observaba a la secretaria. Nunca había conocido a una mujer tan antipática. Tecleaba muy aprisa, revisaba la agenda, hacía cuentas en su celular y volvía al teclado, todo rápido, de mal humor y con la ceja levantada. Qué fea mujer.

Pasó una hora. Tenía un poco de miedo. De pronto, la horrible secretaria recibió una llamada.

─Que pases.

No esperó encontrarse con el Comité en pleno. Al parecer, ella era el último pendiente del día. Ninguno de los miembros sonrió al verla.

─Adriana, párate acá donde podamos verte ─le pidió el Tesorero, el hombre que hacía un par de años había autorizado su beca.

─Sí, señor.

El estómago le saltó cuando el Rector en persona le tendió la carta donde ella pedía ser dada de baja.

─Según entiendo, quieres abandonarnos. ¿Es esa tu intención? Tenemos que saberlo hoy mismo para destinar los recursos a otro de los solicitantes.

Tuvo que humillarse desnudando su pobreza. Se sintió una esclava en venta a la que le abren el culo para ver si no tiene enfermedades. La hicieron relatar exactamente qué estaba sucediendo en su vida para saber si podían confiar en ella.

Ganó la lástima que le tenían. Querían verla llorar y ella les hizo el show completo porque conocía la forma de pensar de los ricos, todos portadores del gen narcisista.

¡Pobre perrita abandonada, se ganó sus croquetas! Le permitieron quedarse. ¡Oh, qué cristianos somos!

Cuando Adriana salió, pasó temblando frente a la secretaria; le urgía llegar a algún baño para encerrarse a llorar. 




CONTINUARÁ...

LA AUTOPSIA DEL ÁNGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora