CAPÍTULO 86

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CAPÍTULO 86

Para una actriz, no hay nada más desafiante que un casting. ¡Voy a un casting! dicen, felices de tener una nueva oportunidad. En realidad, se requiere de un valor enorme y una autoestima inquebrantable para soportar que una bola de desconocidos te examine.

En el caso de las actrices porno (cualquier cosa que eso signifique), se necesita 10 veces más valor.

Para realizar las audiciones, Adriana rentó una gran suite en el último piso de un famoso hotel swinger en la colonia Doctores, con dos habitaciones, seis camas grandes, una salita de estar y dos baños. Cinco mil pesos todo el día. Una sala profesional les hubiera costado más de 70 mil.

Una hora antes de lo anunciado, llegaron al hotel las primeras chicas y se acomodaron en los seis grandes sillones del vestíbulo, donde las parejas suelen esperar a sus citas 😉.

Algunas aspirantes a porn star llegaron ya con microfaldas de licra; las más experimentadas lucían un buen maquillaje y llevaban su cambio en una maleta con rueditas. Ya sabes, cosas que se aprenden en Televissa. Media hora antes, eso estaba lleno.

Esto comenzó a suceder sin que Adriana lo supiera. Todas llegaban preguntando dónde se podían cambiar y el baño se saturó con sus egos enormes.

Mientras tanto, la gente del hotel se estaba inquietando porque el vestíbulo lucía como una convención de teiboleras. Le exigieron a Adriana que se presentara a poner orden. Bajó de mal humor, pero no estaba preparada para tantas mujeres en modo: diva con cocaína.

Adriana olvidó las tres leyes de la producción: tener un plan oportuno, que ese mismo plan sea entendido por todos, y que todos sean puntuales. Por su culpa, ahora estaba sentada sobre una bomba nuclear.

─¡Por favor, señoras, no griten todas al mismo tiempo!

El gerente del hotel estaba a punto de cancelar el evento, pero sucedió algo... El elevador hizo ¡Tin! la puerta se abrió con lentitud y fue apareciendo el señor Bulto, usando ceñidos jeans blancos. A pesar de que siempre grababa con antifaz, lo reconocieron y todas se quedaron en silencio.

─¡Oye, Adriana, trajimos demasiadas luces! ¡Tienes que decirme cómo las quieres! ¡Y el Bachas no cargó las pilas de la cám...

Algunas chicas le silbaron.

─¡Miren, es él, es él! ─dijeron otras.

─¡Papi, vine por ti! ─dijo otra que se subió la falda para mostrar sus muslos sabrosos.

─¡Bombón, te quiero en mi colchón!

¡Así que esto es la fama! Se acercó al grupo para dejarse ver. Y entre las mujeres, había una, vestida para seducir burócratas, que lo miraba sorprendida: era su mamá. 



CONTINUARÁ...

LA AUTOPSIA DEL ÁNGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora