CAPÍTULO 29
EL CHICARCAS
La calle sin árboles estaba caliente y olía a orines resecos. Podría ser una de las calles más feas de la ciudad. Nadie a la vista. Un perro amarillo dormía sobre un sillón viejo tirado a lado de un Valiant 1964, desmantelado hasta los huesos.
Cuando Blú, Jorge y el Comebachas se acercaron a la casa sin número (pero con la vieja propaganda del PAN apoyando a Felipe Calderón en su barda) el perro despertó y cumpliendo su trabajo de mala gana ladró con desgano. Los muchachos pasaron ignorándolo.
─Pues... Parece que es aquí.
Tocó suavemente: tres toquidos rápidos y dos lentos... No pasó nada. Cuando el Comebachas se disponía a pegar la oreja en la puerta, se dio cuenta de que ya tenía a su lado a tres sujetos.
─¿Se puede saber a quién buscas?
─¡Ah! Este... Vengo a buscar a... Vengo de parte del... Del...
─Venimos a ver al Chicarcas, somos amigos del Chuly Boy ─completó Blú. ─Venimos a comprar.
El de más edad observó a Blú con descarada lentitud. Parecía desconfiado. Encaró al Comebachas.
─¿Qué eres del puto ese?
─Es mi dealer ─contestó.
─¿Qué le compras?
─Mota. Casi siempre. Cuando hay dinero, piedrita.
─¿Dónde vive?
─A la vuelta del CHC.
El tipo los miró unos segundos más.
─¿Y por qué no le compraron a él?
─Dice que no hay merca hasta nuevo aviso.
─¡Ese pendejo ya se metió todo! ─negó con la cabeza. Tocó a la puerta con su mano gorda y morena. Un solo manotazo.
La puerta se abrió. Adentro había un tipo.
─Déjenme solo con ellos ─dijo la voz. Obedientes, los tres sujetos desaparecieron.
─A ver, muchachos, pásenle. Los estaba esperando.
Accedieron a una casucha con techo de lámina. Olía a caldo de pollo. Entró una muchacha indígena a llevarse al bebé que dormía en la cuna.
Estaban frente al famoso Chicarcas.
─Vámonos rápido. Tengo de todo. ¿Qué van a querer y de a cuánto?
Los tres se miraron entre sí. No estaban seguros.
El sujeto levantó el colchón de la cuna para sacar del fondo una bolsa de plástico negro (Blú alcanzó a ver que en la cuna también había una pistola). Mientras aflojaba el nudo, insistió.
─¿Entonces?
Con su bebé en brazos, la joven madre se asomó por la cortina, miró a los recién llegados, se detuvo en Blú y luego, inexpresiva, miró al Chicarcas, que con un único gesto logró que se fuera hacia el interior oscuro.
─Este... ─comenzó el Comebachas.
─A ver, ¿cuánto traen?
─Juntamos tres mil.
─Tres mil... ¿Es para ustedes o van a revender?
─No, no, es para nosotros.
─¡¿Tanto para ustedes?!... ¡Ok!... Pues miren, les voy a dar precio de mayoreo, solo por esta vez. Les voy a poner mil de mota para que no les falte en un buen rato y el resto se los pongo de piedra y les mando unas grapitas de cocaína, cortesía de la casa. Viene muy buena.
Salieron de la casa a la luz de la calle. Tras ellos, apareció el Chicarcas, acompañándolos. Con un silbido llamó a sus rufianes.
─Quiero que los lleven a su casa.
El más viejo se dispuso a cumplir el encargo.
─Tú no, pendejo. Que los lleve Luisito.
Luisito resultó tener casi de la misma edad que los compradores.
─Llévalos, no vaya a ser que los apañen.
─¿A dónde?
─A donde te digan, pendejo. Y ven, acércate... Te los encargo.
CONTINUARÁ...
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LA AUTOPSIA DEL ÁNGEL
Teen FictionGénero: novela pop. Tenía ganas de ti y para capturarte lo único que tuve que hacer fue mirarte a los ojos. Te comiste mi anzuelo, a pesar de que te dije que no te enamoraras de mí porque soy muy peligrosa. Recordarás este momento el resto de tu vi...